Tierras expropiadas – y escasez de alimentos

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En algún momento de dolorosa cavilación alguien involucrado en el fragor de una contienda territorial exclamó: La Tierra es Guerra y de esta manera sencilla, contundente y patética explicó en esta brevísima frase la motivación medular de casi todas las guerras protagonizadas por la especie humana, desde sus albores prehistóricos con venablos y piedras de canto rodado hasta ahora con misiles de cabeza nuclear teledirigidos por vía satelital.

La posesión de espacios, el dominio territorial es un sentimiento profundo que impele la conciencia humana hacia atavismos donde las pasiones controlan el razonamiento y la sindéresis. Por ello hoy como ayer la gente se mata por un lindero, por el uso de la orilla de un río o una quebrada, no importa el valor de la tierra como mercancía, importa el apego telúrico sobre un suelo al cual se le considera una extensión del alma.

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“De aquí me sacan muerto”. Esto le hemos oído infinidad de veces en boca de propietarios, poseedores o pisatarios de fincas, granjas o humildes parcelas urbanas. No importa la condición económica y social, cuando una persona o grupo familiar siente amenazado el espacio vital que considera propio se convierte en animal acosado dispuesto a defender su “territorio” por cualquier medio, incluso con violencia.

Para ser honestos aunque crueles respecto a los líderes que encauzaron nuestros primeros pasos independentistas debemos recordar que al mismo tiempo que proclamaron libertad frente a España asignaron en el mismo contexto legal la región de Los Llanos como propiedad de importantes familias caraqueñas. Con lo cual indicaban una direccionalidad clasista al momento de exigir justicia para esta parte del Nuevo Mundo.

En fin, el tema de la tierra, su propiedad, distribución y uso, es algo difícil de ventilar sin tocar raíces afectivas profundas. Por un lado está la gente humilde que habita en condición menesterosa las zonas rurales y por otro quienes con esfuerzo, dedicación y perseverancia han hecho del suelo fuentes importantes de alimentos para toda la población.

Frente a este cuadro los gobiernos venezolanos, los de antes y el de ahora, han visto como respuesta fácil el trasladar la posesión de estas tierras de las manos de hacendados, empresarios o sencillamente de productores de mediana y gran escala, a manos de humildes campesinos. Es posible que con este mecanismo de reasignación legal de la posesión del suelo hayan podido satisfacer el atavismo telúrico dentro del cual hombre y tierra se confunden en una suma endémica, aunque los resultados económicos hayan sido totalmente catastróficos. Así tenemos que las pugnas territoriales en Venezuela hayan devenido en una profunda decepción social luego de la euforia política que le antecede al momento de la expropiación o confiscación.

Lo lamentable de estos procesos, recurrentes, es que generan una espiral de pobreza terrible que hace metástasis a nivel de la cotidianidad de toda la población venezolana. Los campesinos supuestamente beneficiados con la asignación de tierras se mantienen en la pobreza, los anteriores poseedores de ser productores se convierten en personas empobrecidas y desmoralizadas, mientras que la sociedad global se ve privada de los productos alimenticios que antes se generaban en el [email protected]

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