Quienes tuvieron la oportunidad de verla danzar, libre, enamorada de las tablas y al son de la música de sus pasiones, aseguran que su fina estampa era la dueña absoluta de aquellos escenarios que, bajo sus pies, fueron cómplices de infinidad de momentos mágicos en los que el movimiento se convirtió en arte, arte con ritmo y sentimiento, arte que corría por sus venas como si fuera su propia sangre, arte que, en resumidas cuentas, hasta el sol de hoy es su razón de ser
Catalogarla simplemente como una bailarina de ballet clásico, sería realmente egoísta de nuestra parte, pues esta amante de las artes en general es polifacética hasta más no poder, educadora en cuerpo y alma, apasionada y profesional de la danza, esposa fiel, abnegada madre y hasta abuelita consentidora, todo un dechado de virtudes que la convierten en una barquisimetana digna de admiración.
Como ser humano, es sin duda excepcional, simpática, espontánea, ocurrente y divertida, por lo que oírla contar sus anécdotas es una experiencia que bien vale la pena vivir, y tener la dicha de entrevistarla, es una oportunidad de oro de esas que nos hacen crecer profesionalmente, llenándonos el espíritu de buenas historias y ayudándonos a comprender que en esta tierra fértil el talento nace a borbotones para regalarnos personajes pintorescos como Carlota Landínez.
De sus inicios, ya se ha dicho bastante, aquellos en los que las habilidades balletistas y coreográficas de su admirada profesora Taormina Guevara la inspiraban a ser cada día mejor, a convertirse en la dueña y señora de esos escenarios que la vieron danzar, que la sintieron y la aplaudieron. De su trayectoria, se sabe aún más, pues poco a poco y con el pasar del tiempo, Carlota se fue haciendo grande y reconocida, hasta llegar a ser esa bailarina profesional de ballet clásico con la que soñó desde pequeña.
De orígenes y experiencias
Todo comenzó cuando Carlota tenía 8 años, momento en el que Taormina Guevara, de la mano del Estado, ofreció unas becas para niños con talento, talento que, evidentemente, la pequeña Landínez tenía de sobra. Así, entró a formar parte de las filas de bailarinas de la escuela de danza más prestigiosa de la ciudad, con la sorpresa de que siendo aún una novata, vio los primeros frutos de su esfuerzo al quedar seleccionada para bailar en la presentación de fin de año de la academia.
Hoy, ya son más de 5 décadas las que lleva Carlota inmersa en el mundo del arte, años que, tras infinidad de esfuerzos, educación, estudios y ensayos la convirtieron en mucho más que una bailarina, en la mano derecha de su mentora, en una experta en todo lo referente al ballet clásico, la danza contemporánea y los bailes venezolanos, en la propietaria de su propio instituto y en fundadora, junto a Guevara y al maestro José Antonio Abreu, del núcleo central de la escuela piloto de ballet, proyecto que aunque no perduró en el tiempo, le dejó grandes experiencias, mucho aprendizaje e infinidad de momentos gratificantes.
Entre una cosa y la otra
Convertida ya en una profesional, logró darle vida a su propia escuela, un lugar visto por muchos como un centro de asesoramiento y en esa casa de los amigos del baile en la que los objetivos no se enfocaban únicamente en enseñar la danza clásica, sino también en brindar diferentes técnicas y darle rienda suelta a tendencias que enriquecieran al bailarín hasta convertirlo en un ser más integral.
Una vez alcanzada esa meta, el rol de bailarina comenzó a quedarle un poco pequeño, por lo que decidió ampliar sus horizontes y dedicarse también a realizar montajes coreográficos para diversos grupos de teatro, música y ópera, así como a cursar la carrera de Licenciatura en Danza, mención Docente en Ballet Clásico.
Actualmente, está entregada en cuerpo y alma a su faceta de educadora, tanto en el “Diplomado en Danza” dictado en la UPEL, como en su más reciente proyecto llamado “Desarrollo de la excelencia en la pedagogía de la danza” de la UCLA, en el que goza de la compañía de la licenciada Deyanira Díaz. Paralelo a esto, continúa dando lo mejor de sí en su rol de docente universitario en la UFT y CUFT y es una de las principales responsables de “Movimiento en Paralelo”, un evento espectacular en el que logra reunir diversas agrupaciones, bailarines independientes y cuentacuentos, para dar espectáculos, charlas, conferencias y talleres en diferentes sitios de la ciudad.
Palabras del alma
Ballet en 3 palabras
Amor, disciplina y movimiento
Para usted, ¿Qué es el arte?
Un complemento de vida, la mejor manera de hacer aflorar nuestros 5 sentidos
¿Qué sentía cada vez que comenzaba la música?
Sentía el compromiso de hacerle llegar al público lo que quería expresar a través de mi lenguaje corporal
¿A quién admira?
A la bailarina Isadora Duncan y al compositor Ígor Stravinski
¿A quién le agradece?
Al ser supremo Dios por haberme dado este talento, a mis padres que siempre apoyaron mi pasión por la danza y a Taormina Guevara
Anécdota inolvidable
Cuando cursaba el 5º grado en el colegio La Inmaculada Concepción, mis notas comenzaron a bajar y las monjas llamaron a mis papás para decirles que iba a perder el año y que debía escoger entre los estudios y el ballet… Cuál no sería mi sorpresa cuando vi que mis padres me retiraron ese año del colegio para que me dedicara en cuerpo y alma a la danza.
¿Con quién le hubiese gustado compartir escenario?
He hubiese fascinado bailar junto a Margot Fonteyn, y si tuviese la mitad de la edad, me encantaría hacer un “pas de deux” con Julio Bocca.
¿Qué define a un buen bailarín?
Talento, optimismo, un buen maestro, disciplina y constancia
“Desde que di mis primeros pasos se puso en evidencia mi instinto hacia el movimiento, y a medida que fui creciendo fui canalizando mi pasión por el baile a través de los actos culturales de la escuela”
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