Los mendigos del dólar

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La corrupción es la epidemia de Venezuela. Es el tricolor de un alto nivel constituido. Es el estandarte de la especulación y de una chaviburguesía emergente. Es la sobrevivencia de los humildes. La corrupción hoy es un derecho de todos los venezolanos donde escasea la moral y abunda la complicidad sin patria.

De Moral y Luces se retrocede a lo amoral, a la luz mortecina de la mediocridad en la educación, la salud, la gerencia del Estado y a la rapiña de la cosa pública.

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Cada día aterrizan aviones en todo el mundo cargados de venezolanos, sonrientes, escapando al robo; olvidando la realidad alimentaria, el bachaqueo, colas, y desentendiéndose del contrabando de armas, combustible, radiactividad y de la pontalidad narcótica. Durante una semana duermen en cartones de pocas estrellas, comen empanadas de tiburón, contraen enfermedades y regresan con la emoción cambiaria de 1.000-1.500 dólares a 250.000-300.000 bolívares.

La corrupción se establece en 3 estratos: a alto nivel, 25.000 millones de dólares solo en un año. La clase media respira, resuelve necesidades de su status y confort; los humildes sobreviven en una embriaguez ideológica, porque si trabajando durante un año, ganan 100.000 bolívares, por viajar una semana, su ingreso se duplica o triplica. No hay que trabajar hay que viajar.

Un experto en política monetaria señaló que en nuestro país no hay devaluaciones, sino revaluaciones, ya que por un dólar se reciben más bolívares. Contradiciendo el discurso de que hay que torcerle el brazo al dólar paralelo. La síntesis es que el dólar verde del mercado negro le torció el pescuezo al poder constituido, a la burguesía y a la chaviburguesía, y estranguló la ilusión y el estómago de los pobres.

Este panorama visualiza corrupción colectiva, menos empleo real, baja producción, importaciones, reservas internacionales precarias, oro empeñado y pobreza. La inflación y una liquidez monetaria inorgánica violentan la dignidad humana y el poder adquisitivo, haciendo el salario agua.
La tarjeta raspacupo, es la tarjeta de la indignidad. En apariencia es un derecho adquirido según el clamor nacional, pero en esencia, es pan y circo para hoy y hambre en el mañana; destructora de la dignidad del trabajo y del ahorro para el gasto fiscal útil.

La corrupción estratificada parece constituirse en un derecho constitucional, en una Sociedad de Cómplices, saqueadora de la riqueza petrolera mediante una distribución equivocada. No se está sembrando petróleo. Hay cosecha de miseria, desigualdad y odio. Hay una desnacionalización petrolera con las empresas mixtas. Crece la anomia social y hay creación de una conciencia zombi, de mendicidad, encadenada y abúlica para el trabajo.
Venezuela tendrá soberanía e independencia el día que piense y ejecute, que no dependa del dólar para pensar y comer. El bolívar manda y el dólar gobierna. La trocha que hace camino es la de cesar el odio, instrumentar cambios en las políticas económicas, profundizar la calidad humana de la educación, evitar la fuga de inteligencia joven, hidroelectricidad más que termoelectricidad, moralizar el presupuesto y desmontar la encubierta lucha de clases entre los venezolanos. Hay que afirmar que pueblos hambrientos son pueblos domesticados por el opresor.

Armando Sánchez C.

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