Ninguna economía se sostiene sobre la base de los controles, acota el profesor Luis Lauriño, del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).
Si bien el empleo formal pierde atractivo frente al comercio informal y el bachaqueo, se trata de una fórmula con fecha de vencimiento debido a los propios controles.
La reventa de productos es sin duda consecuencia de las distorsiones del modelo económico implementado por el Gobierno, explica el especialista en el estudio del trabajo, las relaciones industriales y las relaciones sociales de trabajo.
“Los profesores universitarios protestan y con razón. Una inflación de tres dígitos se come el aumento del 30%. Docentes formados, con estudios de cuarto nivel, ganan por debajo del salario mínimo. Un educador de ese calibre para mantener a su familia tiene que vender cosas en su trabajo”.
Debido a la escasez se observa a numerosos profesionales dedicados al bachaqueo. En el Zulia, por ejemplo, una maestra subcontrata a una suplente mientras lleva gasolina al otro lado de la frontera con Colombia, contó Lauriño.
Ese oficio no sólo es ejecutado por desempleados, si no por gente calificada con múltiples responsabilidades.
“Es muy atractivo hacer este tipo de actividad porque es sumamente rentable. Los controles son típicos en modelos de gobiernos socialistas. Lo que se traduce en inflación, hiperinflación, deterioro de los servicios, distorsiones laborales, gente migrando de una actividad a otra para sobrevivir. Es una respuesta de sobrevivencia”.
Consecuencias
Lauriño señaló que dentro de las consecuencias se enumeran el deterioro de los servicios y de la función pública. Si un profesor se tiene que dedicar a otras actividades, su responsabilidad como educador perderá calidad. No es posible concentrarse en las actividades formales y propias, es necesario dispersar los esfuerzos, lo que implica una capacidad de respuesta mermada.
El investigador también se refirió al ausentismo laboral. Numerosas personas abandonan sus puestos de trabajo en la búsqueda de los productos, no por lujo, si no por necesidad. Esa irregularidad no garantiza la adquisición de los artículos. Al final, el resultado, la calidad, los costos y el tiempo variarán.
Evidentemente, la actividad laboral se hace mucho más costosa porque encima está el control de la inamovilidad laboral, expuso.
Bachaqueros sin productos
Aunque distintas personas se dedican al bachaqueo ¿qué ocurrirá cuando este tipo de actividad desaparezca, anulada por los propios controles y la crítica escasez?, le preguntamos al docente.
“Temo que esto no es algo tan improvisado. En este Gobierno, apegado al marxismo, el Estado es todopoderoso y controla todas las actividades económicas y es mucho más pequeña la participación de la empresa privada. Se trata de un control hegemónico. El totalitarismo implica controles al máximo. Dentro del Plan Guayana Socialista está el control obrero y eso es llevar a los nervios más sensibles el control hegemónico del Estado sobre el individuo, en su trabajo y en la comunidad. El Estado está pretendiendo someter al individuo a su dependencia. A mayor control mayor dependencia”.
Mencionó que en este tipo de modelo se tiene a la gente sobreviviendo en una cola. La gente se concentra en sobrevivir. No en protestar.
“No hay alternativa a posteriori para quien ejerza el bachaqueo como una actividad extraordinaria porque todos los controles derivaron en la desindustrialización del país, en consecuencia, menos producción. Tampoco hay posibilidades de importar, de manera que la oferta tiende a desaparecer”.
-¿Perdió garantía el trabajo formal?
-Por supuesto. Aunque la informalidad es sostenible en el tiempo, ninguna economía se sostiene sobre esas bases. Si las causas no se corrigen las consecuencias se mantienen o agravan. Observamos que no hay posibilidad de correcciones porque ya implica un costo político muy alto. Desmontar este modelo significa que el hijo debe desdecir al padre en medio de una popularidad baja.