Editorial 04-05-2015

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El país todavía está sorprendido con el anuncio ministerial: el calor sofocante obliga, una vez más, a imponer la llamada “dieta eléctrica”. Lo del “calor” (y no la falta de inversión o mantenimiento) fue palabra predominante en el discurso oficial, vía ministro de Energía Eléctrica Jesse Chacón y el vicepresidente Jorge Arreaza. Ambos, el uno y el otro, parecían darse ánimos para intentar convencer al país que lo expuesto hace quince días era pura ficción al mejor estilo de la Quinta República. Explíquese de este modo: a partir de las declaraciones al diario EL IMPULSO del ingeniero Luis Vásquez Corro, presidente de la Comisión Eléctrica del Colegio de Ingenieros del estado Lara, quien advirtió que si el nivel de Guri continuaba cediendo podíamos entrar en emergencia, el ministro que prometió renunciar en 100 días si la crisis eléctrica no era resuelta, se ocupó de generar no pocos titulares (día tras día) aclarando que eran cuentos de  amino, parte de la campaña de los psicólogos del terror, que el nivel de Guri estaba bajito pero no tanto… y así hasta los larenses que todos los días soportan “cortes programados” temieron de su propia cordura: “¿Será que esto de subir las escaleras teniendo ascensor y encender una vela con bombillos en casa son cosas nuestras?” Pero no, nada de eso. El ciudadano está en cordura plena: los apagones sí existen y ahora serán más, pero, insistimos, ningún argumento técnico se escuchó a ambos funcionarios públicos, quienes sólo alegaron la necesidad de controlar el consumo energético de Venezuela porque incrementó al subir la temperatura.

Jorge Arreaza puso un ejemplo para fastidiar a los vecinos maracuchos: “La sensación térmica en Maracaibo alcanzó los 45 grados centígrados”. Como si fuera extraño el calor en la tierra marabina.

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Pero nadie se llama a engaño si bien el caradurismo no deja de sorprender.

La improvisación es arte y parte de un Gobierno que ni por decencia pide perdón a hombres como Vásquez Corro, quien vivió dos días amargos en las celdas del Sebin, castigado y con juicio abierto por emitir opinión técnica. Pero tampoco al venezolano en general, quien pasa de la sorpresa a la indignación por esta política de no tener política. Aquí, de manera definitiva, hace falta un diccionario de la revolución que permita traducir al ciudadano este particular discurso con el cual manejan el país.

Ocurre que de un escándalo a otro, el venezolano pierde la memoria, pero todavía está presente la noche aquella cuando el presidente Nicolás Maduro, a horas del recorte de los cupos viajeros, exclamó: “¡Los del Venezuela quedan igual, a como estaban antes, porque el Venezuela no nos va a robar!” Economistas, sesudos especialistas y, por supuesto, los ansiosos viajeros dictaminaron: “Quien viaje con el Venezuela tendrá su cupo intacto”, es decir, para estos afortunados no aplicaría la actual providencia. Cencoex apenas calmó la ansiedad al día siguiente anunciando que ya el cupo electrónico no sería fraccionado, pero ni una aclaratoria, ni una resolución o por lo menos una disculpa pública y presidencial, argumentando “que se le fue” y no quiso decir eso porque la ley es para todos. Nada. El silencio por respuesta. Pasan invictos en esto de prometer y no cumplir, de engañar y no aclarar. Vistos los antecedentes, cualquier día amanecerá con el aumento de la gasolina, mientras el más iluso dirá: “Pero el Presidente dijo que no había prisa”. Y el apuro vendrá después, porque la gerencia de la mentira con impunidad, pasa factura a un pueblo que a lo mejor puede soportar el calor y no viajar, pero, ¿hasta cuándo aguantará?

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