Un día en la vida de un abuelo

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Adelmo tiene setenta años largos, cuenta únicamente  con una pensión del Seguro Social porque habiendo trabajado toda su vida de comerciante o taxista no tuvo ni quiso patrón que lo jubilara, pero de eso no se queja ni tampoco su esposa Marta con quien hace unidad indisoluble.

Adelmo y Marta son de vida frugal y el techo propio les da una autonomía vital que enfrenta al pesimismo con orgullo y dignidad. Les nació un nieto y la alegría les iluminó sus años otoñales pero también los puso a hacer colas por pañales, leche en polvo, jabón  y shampoo, compotas, además de la comida y medicinas prescritas de manera permanente.

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Así todos los días de todas las semanas Adelmo y Marta andan y desandan abastos y farmacias de Cabudare para rendir sus jubilaciones y no caer en manos de los buhoneros que venden los productos básicos hasta 20 veces su precio regulado. Nunca se quejan del esfuerzo cotidiano que realizan porque lo asumen como un acto de amor hacia sus hijos y su nieto.

Sui primera cola comienza a las cinco de la mañana en las afueras de Pdval, expendio que abren a las ocho. Allí dan cincuenta números para la mañana y 50 más para la tarde, pero igual hay que madrugar para obtener este beneficio. Con el número en la mano, que reparten algunas veces a las seis y otras veces casi al abrir, se van a marcar sitio en Farmatodo, con la esperanza de encontrar allí pañales, jabón y compotas.

Me cuenta Adelmo que en Pdval la ultima vez les vendieron un pote de leche por persona, un litro de aceite y medio kilo de café, no había papel higiénico ni queso. “Lo malo es que hay dos cajas pero una la dejan exclusivamente para los empleados de Lácteos Los Andes, ninguno de ellos madruga y compran primero que todo el mundo, con todo y que a cada empleado le regalan quincenal o mensualmente una bolsa de los productos que allí venden. Eso es una injusticia, si solamente hay dos cajas debieran ser ambas para el público y que los empleados compren en horario especial.”

Pero el día de penurias para Adelmo y Marta no termina con las injusticias que sufren en Pdval.” Luego nos fuimos a Farmatodo, allí había una inmensa cola en el estacionamiento, la enrollan como si fuera una culebra para que no se extienda por las aceras y los periodistas no tomen fotos. Allí hay gente que hace cola desde la noche anterior, nosotros no podemos porque hay que dormir en cartones sobre el suelo y además nos parece peligroso. Bueno, a eso de las siete de la mañana llegaron unos motorizados con un poco de mujeres y muchachos. Les dijeron a quienes estaban de primeros en la cola que si ellos ya se habían anotado en la lista de espera, ante el asombro de estas personas ellos sacaron un cuaderno donde ya habían como ciento cincuenta nombres “que estaban de primeros en la cola”, todo esto mientras se levantaban camisas y franelas para mostrar pistolas y cuchillos con los cuales sustentaban la validez de su propia lista. Adelmo y Marta abandonaron este intento mientras los motorizados les decían a quienes protestaban en su tono característico…”pónganse serios para que no tropiecen”.
De regreso a casa Adelmo vio como una trifulca en la cola de La Profesional terminó con una mujer embarazada víctima de una puñalada, perdió a su hijo…Algo tiene que pasar, nos dice, no es posible que estemos perdiendo al país, algo tiene que pasar.

 

Jorge [email protected]

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