El primero de mayo se celebra el día del trabajador, a fin de conmemorar las luchas por las reivindicaciones sociales y laborales a lo largo de la historia y homenajear a todo ciudadano que con su esfuerzo y habilidades, contribuye día tras día al crecimiento de una nación. Para unirse a esta conmemoración, elimpulso.com conversó con un grupo de larenses que día a día se desenvuelven en profesiones poco comunes o inusuales, pero trascendentales para la sociedad.
Médico Forense
Hay muchas series de televisión en las que investigadores analizan los hallazgos de una escena del crimen: los objetos, las víctimas, los cuerpos hallados. En Barquisimeto, también hay un médico que podría ser un personaje de la reconocida serie de televisión norteamericana CSI.
Cósimo Riccio labora en el Hospital del Seguro Social Pastor Oropeza y asegura que desde muy pequeño se desenvolvió con naturalidad por el mundo de los cadáveres.
¿Cuál es su profesión?
“Yo soy Anatomopatólogo Quirúrgico y Forense. Me encargo de hacer autopsias de casos médicos legales o de sucesos, donde hay proceso de investigación por muertes violentas, homicidios, accidentes o suicidios. También trabajo como Patólogo Quirúrgico, analizando biopsias y citologías”.
¿Qué lo ha impactado o ha sido difícil para usted en esta carrera?
“La verdad, nada. Yo me crié en una morgue, estoy entrando a una morgue desde los 6 años porque mi papá era patólogo también, así que no me impresiona nada, nada me ha dejado marcado. Cuando niño, recuerdo jugar corriendo alrededor de las camillas de la morgue de mi papá y él me decía que me quedara tranquilo”.
¿Qué es lo que más le gusta de su trabajo?
“Lo que más me gusta es que no tengo que dar consulta. Me gusta estar en una morgue. Cuando me tocó hacer la rural, contaba los días como un reo, hasta que al fin pude pasar a lo que nací para hacer y para lo que soy bueno, que es ser forense. Quería irme a hacer mi postgrado y trabajar en mi morgue. ¡Ese soy yo!”
¿La gente se sorprende cuando les dice cuál es su profesión?
“Sí, es algo que genera atracción porque en la gente hay un morbo intrínseco oculto acerca de la muerte y siempre me preguntan al respecto, por eso a veces oculto lo que soy para evitar que me pregunten demasiado. Y los chistes sobre patólogos que siempre están: ‘¿patólogo?, ¿tú eres el que ve las patas?’ Y yo uso los chistes también, les digo ‘¡a la orden por allá!’ y me dicen ‘¡No, guillo! Yo no voy para allá’”.
Catador de licores
En el laboratorio de una fábrica de bebidas alcohólicas, una persona ha dedicado gran parte de su vida a desarrollar su memoria olfativa y gustativa. Miles de sabores y aromas distintos se encuentran almacenados en su mente y en esto consiste su trabajo.
José Araujo tiene 22 años laborando en el área de Cata de Destilerías Unidas S.A.
¿Cómo llegó al mundo de la cata de licores?
“Me gradué en la universidad en el área de Alimentos e hice pasantías en DUSA en 1992. En ese tiempo, el área que más me impactó fue la de cata, todos los días iba a ver lo que hacían y tuve la oportunidad de trabajar allí. Lo que más me gusta de esta profesión es el día a día, catas con la nariz y la boca alcoholes con diferentes tipos de concentraciones. Tienes olores fuertes, olores livianos, tenues y característicos de los tipos de productos y me gusta eso, que cada día aprendo algo”.
¿Cómo se ha entrenado para catar?
“Primero hay que conocer los procesos: fermentación, destilería, alcoholes. Nos entrenamos a nivel teórico y práctico, investigamos, hacemos cursos. Voy grabando sabores y olores en la memoria gustativa y olfativa. “
¿Qué le dice la gente cuando se entera de que es catador?
“Soy algo reservado con eso porque en eventos sociales todo el mundo quiere que uno cate y la gente lo ve jocosamente, dicen ‘este es el que bebe y le pagan por eso’. Pero la verdad es que es un sacrificio que se hace día a día”.
¿Cuáles son esos sacrificios?
“No puedo usar colonia, fumar, ni beber el domingo porque el lunes tengo que trabajar, los catadores deben cuidarse en eso para dar un veredicto claro en aprobación o rechazo de la muestra. La cata en la mañana se hace a las 8 porque uno desayuna de 6 a 7 a.m. y ya a las 8 se ha hecho la digestión y puedes percibir olores y sabores más fácilmente”.
Aeromoza y docente
Hay personas que aman volar y otros que lo consideran un desafío. En cualquier caso, existen profesionales encargados de mantener el confort y la seguridad entre los pasajeros de un vuelo: las aeromozas y sobrecargos.
Lastenia Olivar ejerció su carrera durante 17 años. Hoy en día, imparte clases a las nuevas generaciones en el Instituto de Especialidades Aeronáuticas (IDEA) de Barquisimeto.
¿Cómo llegó a esta área?
“Por un reto propuesto. Llegué a la aviación porque viajaba con mis padres y me gustaba ver a las aeromozas trabajando. Pero pedían una estatura de mínimo 1,70 y yo mido poco más de 1,60. Aún así, lo estudié y quedé en el primer lugar de mi promoción. Fui jefa de cabina internacional en vuelos hacia Nueva York, Canadá, México, Panamá y las islas del Caribe. Me tocó vivir varias emergencias donde luego tuve que dar clase a mi propia compañía sobre los procedimientos a ejecutar en esos casos”.
¿Qué es lo que más le gusta de su carrera?
“Las relaciones públicas, el contacto con diferentes personas y el conocimiento geográfico que uno adquiere. Lo más difícil es la familia, porque a veces cuando nos reunimos a recordar tiempos pasados, yo no estaba en esas reuniones porque estaba volando, pero se obtienen otros beneficios económicos y de crecimiento personal”.
¿Es difícil trabajar con público?
“Sí, hay que tener una sinergia clara de lo que estás haciendo, hay pasajeros que desarrollan una actitud inadecuada y hay que saber controlarlos. Además, hay personas que se montan al avión con miedo y nosotros tenemos que saber confortarlos, con buena actitud y una sonrisa. No se puede ser apático, indiferente o frío porque la gente no querría montarse de nuevo allí”.
¿Qué diría a los jóvenes interesados en este trabajo?
“Principalmente, que no se limiten en el conocimiento. Muchos jóvenes de liceo no tienen buen léxico ni cultura general, además las líneas aéreas están pidiendo dominio del inglés. Nosotros como instructores aeronáuticos les decimos que tienen que pulirse en eso”.
Un Lutier larense
Prácticamente todas las personas disfrutan de algún tipo o forma de música. Pero hay algunos pocos que además de ser una pasión, la convierten en su carrera.
Néstor Álvarez tiene 19 años. Para él, la música es tanto una pasión como una profesión.
¿Cómo llegó al mundo de la música?
“Me inicié con la música a los 5 años porque mi papá me metió ahí para que no tuviera las tardes libres. Probé deportes pero no me gustaron, preferí la música. Al tiempo, elegí la flauta. Actualmente estoy en la Orquesta Sinfónica Juvenil del estado Lara y he tocado con Gustavo Dudamel y otros directores internacionales, como el de la orquesta de Berlín”.
Muchas personas ven esa profesión como difícil de desarrollarse en ella, especialmente en el aspecto económico. ¿Qué opinas al respecto?
“Eso es una concepción que hoy en día está errada, nosotros tenemos un sueldo muy estable, más que sueldo mínimo, además de que puedo dar clases aparte. La gente cree que el músico es ese que va de bar en bar tocando solamente, pero no, en Venezuela se ha establecido como un buen trabajo, hablando de música orquestal. Es una profesión, aunque la gente no lo vea así”.
¿Qué sacrificios tiene esta carrera?
“En los feriados nunca estás libre, siempre hay ensayo el primero de mayo, en diciembre, en Semana Santa. Además hay que estudiar el instrumento mínimo 4 horas al día. Hay etapas, por ejemplo cuando tienes un examen importante, en que es mucho más. Por ejemplo, mi hermano estudió 15 horas diarias por tres meses y logró el objetivo que era tocar con la orquesta de Dudamel. Es vivir para eso y de eso”.
¿También trabajas en Lutería?
“Sí, la Lutería es la creación de instrumentos de madera, pero también se refiere a los técnicos o lutiers, que reparan instrumentos de viento y los mantienen en óptimas condiciones. Los desarmo y arreglo, eso no lo hace cualquier músico sino los especializados en eso. Yo desarmé mi flauta como a los 10 años, sin saber cómo armarla de nuevo y con ensayo y error aprendí, además de que tomé un programa de formación en eso”.