Calor y desolación. Así puedo definir lo que va de semana en mi querida Venezuela.
El calor porque las altas temperatura nos están azotando y todavía más nos azota el Gobierno con sus largos e inesperados apagones y con su solicitud de que racionemos el uso de los aires acondicionados. Hace cinco años comenzó el racionamiento eléctrico en Venezuela y todavía no han resuelto este gravísimo problema, que es única y exclusivamente responsabilidad de las autoridades nacionales.
El día lunes los apagones ocurrieron prácticamente en toda Venezuela. En Lara varias zonas de Cabudare, Barquisimeto, El Tocuyo se vieron afectadas. El martes en Cabudare, y en el centro y oeste de la capital larense se quedaron sin luz.
Necesitamos luz para resguardarnos de los malhechores, para descansar y estudiar , para no perder nuestra calidad de vida, que ya está amenazada con la escasez de alimentos y productos de aseo personal.
Por esa misma vía de la escasez llega la desolación. La angustia que se siente en los supermercados por la falta de alimentos y cantidad de reglas para poder comprar. A mi me toca comprar los martes según mi número de cédula en las cadenas privadas de comida y farmacia. Por eso, ayer al salir de mis labores hice un recorrido con mi esposa por los supermercados y no logramos comprar nada de lo estimado.
Que desolación…no conseguimos el café que necesitamos para comenzar nuestro día animados. No hallamos la margarina para las arepitas con queso, ni las compotas para los niños, ni el azúcar para endulzarnos la vida. Ah ni el jabón de baño.
Si desolación, eso fue lo que vi en el rostro de mis conciudadanos, en el rostro del cajero que me atendió y se sorprendió de que gasté mil bolívares en muy pocos productos.
El ánimo no lo podemos perder, el positivismo y esfuerzo por construir con pequeñas acciones un país debe prevalecer pero también es difícil evitar el calor y la desolación.