Reflexion – El suicidio (III)

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Me comenta mi amigo Narciso, que cuando llegó al lugar y toca la puerta, sale su hijo adolescente y le dice: “Papá, anoche soñé contigo; que estabas cayendo por un precipicio profundo y yo te llamaba a gritos”. Mi amigo  aguantó las ganas de llorar, por la locura que iba a cometer. Se sienta, lo abraza, lo besa. Inmediatamente se dio cuenta que no era su hijo quien lo llamaba.

Comprendió, que era la voz desesperada de un Dios, un Padre, que no quería que tomara aquella horrible decisión. Entendió, que la voz que escuchó aquella mañana temprano era la voz del Hijo del hombre, que desgarraba su garganta con un espantoso grito de amor, y con lágrimas en sus ojos  le decía: “…hijo no lo hagas…yo sí te amo tal cual cómo eres… con tus defectos y tus carencias…con tus errores…borracho y pecador… yo morí por ti, ven a mí por favor.”  Recordó un texto muy común que había escuchado tantas veces por las emisoras cristianas y que para él pasaba desapercibido. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” Juan 3:16.

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“Dios proporcionaría oportunidades a los hombres; derramaría sobre ellos sus bendiciones; acumularía favor sobre favor, don sobre don, hasta que todo el tesoro del cielo estuviese abierto para aquellos a quienes vino a salvar. Habiendo reunido todas las riquezas del universo y habiendo abierto todos los recursos de su naturaleza divina, Dios dio todo para el hombre. Eran su dádiva gratuita…” Libro A fin de Conocerle. Elena de White.
Evidentemente era la voz de ese Dios, que  peleaba aquella vida al enemigo y le instaba para que se bajara de esa silla y deshiciera el nudo de la muerte que se había cernido sobre su mente. El nudo satánico que ahoga,  que tapa nuestros ojos y oídos. Que  envuelve los pensamientos para que no podamos sentir el gran amor de nuestro Dios. Que nos estrangula cuando fallamos, para que no podamos respirar el oxígeno del perdón  que nuestro  maravilloso Dios nos regala.
Mi amigo Narciso vive, no ha recuperado su hogar y tal vez sigue con muchas luchas, tristezas y preocupaciones. Tal vez le asaltan los recuerdos de una vida que tuvo y que perdió, pero está convencido que tiene un Dios, un padre y un amigo que no lo desampara. Y día a día, a través del estudio y de la obediencia a su palabra alcanza la verdadera esperanza y está tranquilo. Se unió a la iglesia de la Biblia que guarda el sábado como día de reposo y por cuestiones de trabajo viaja constantemente. Tengo tiempo sin saber de él. Pero  hizo suya la promesa de Dios para quien persevera en obediencia.  «No tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida» Apoc. 7: 16, 17.
El poder que da Dios a través de su Santo Espíritu para vencer; y las bendiciones espirituales y materiales que derrama sobre quien le busca, no son cuento, son realidades. Mi amigo las tomó, pero son para Ud. también!.¡Dios le bendiga! ¡Hasta el próximo martes Dios mediante.

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