Un consecuente amigo lector, el profesor Marcial Rodríguez, en una de esas edificantes llamadas que me dispensa, ante el desbarajuste del uso de las palabras, muy preocupado, me propone que escriba algo acerca de la palabra inteligencia. Hasta el presente teníamos entendido que la inteligencia era una facultad o cualidad exclusiva de los seres humanos. Pero en estos momentos hay una invasión de la palabra inteligencia como la peste de la langosta, que se cuenta padeció Egipto allá por los días de Moisés.
Los medios de difusión no tienen nada que ver ante la invasión de inteligencia que experimenta la vida social de los pueblos, por quienes los poseen, los dominan y hacen uso de ellos sin el menor respeto de la propiedad que tienen las palabras en sus significaciones. El daño que hacen a la humanidad es tan extraño que las consecuencias que se derivan de ello son impredecibles.
La palabra es la cultura, toda cultura se sustenta en las palabras de su idioma y todos los idiomas sustentan sus culturas en la uniformidad de sus significaciones, aunque la pronunciación no sea en todos la misma. Vulgarizar es arruinar la degradación de la belleza de los signos que nombran las cosas. Esta tan vapuleada la voz en la gente, y tan exageradamente utilizadas por los usuarios con poder en los medios que es una lástima ver como la vida parece andar invertida. Ahora contamos con teléfonos inteligentes, métodos para aprender idiomas inteligentes, modos de andar inteligente, operaciones inteligentes. Estos son algunas de las cosas a las cuales se le aplica sin conciencia la maltratada palabra. El Homo es Sapien porque sabe, porque es inteligente, porque discierne, porque puede conocer.
La inteligencia para quienes degradan las palabras de modo consciente mediante el uso comercial y disparatado no es cultural; o, por lo menos, no puede ser más que una cultura deformante, vil, cultura que al fin nos habrá de hundir en un incomprensible marasmo. El valor de la cultura es significativo, histórico, social, institucional, un gran esfuerzo de la inteligencia del hombre en la aplicación de las convenciones para que todos podamos entendernos, formarnos, desarrollarnos, etc.
El diccionario en su sequedad explica la palabra inteligencia, pero nunca aplicada a todo artefacto o medios sujetos de comercio. La inteligencia es del hombre. Y aunque la organización de sus fonemas, de modo libre, no obedezca a los elementos formativos suyos, si encontramos en ella: el prefijo “in,”de significación interior; “teli” de “tele,” distancia hacia el interior; “gente,”el ser que hace uso de ella. La inteligencia en esta libre definición, es: un viaje al interior de nuestro ser en la necesidad de pensar valores con sentido.
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