Sin Tregua – Estamos mal…

El monocultivo de la mentira ha sido la siembra preferida del régimen durante los últimos 16 años. Siempre consiguen un chivo expiatorio a quien cargarle las culpas de su desastrosa pasantía por el poder. El más expiatorio de los chivos ha sido el imperio, pues es el gigante omnipresente y omnipoderoso, que tienen a la mano para achacarle cualquier cosa, apelando, incluso, al simbolismo bíblico de un pequeño David enfrentado a un enorme Goliat. Todo fríamente calculado y sostenido por su aparato propagandístico, que no descansa ni de día ni de noche, para convertir burdas mentiras y fracasos en verdades.
Aquel cultivo que le resulta tan costoso a la hacienda pública tiene solo dos raíces, muy débiles y poco profundas: La hegemonía comunicacional y la fuerza armada. Con la primera, pretenden sembrar en el imaginario nacional la sensación de éxito rotundo de todos los desaguisados que han implantado, atendiendo las directrices provenientes de “la isla de la felicidad”. Y lo que fue una honorable institución castrense – hoy castrista – ha perdido todo su prestigio y es usada para perseguir, reprimir a quien adverse a este catastrófico y ruinoso “socialismo”. Ha degenerado, pues, en una raicilla que no se aguanta en la tierra, porque los excesos y la sobredosis de riego han corrompido, inexorablemente, cualquier germinación que haya brotado en estos últimos tres lustros. Hoy son un lastre de incompetente burocracia – corrupta y arrogante – de espaldas a la ciudadanía venezolana.
Las cosechas del monocultivo oficial de la mentira son tóxicas, por eso los nacidos en este país no se comen lo que les ofrece el régimen en forma de publicidad. Eso significa que mientras la hegemonía comunicacional muestra unos anaqueles llenos de víveres y alimentos como los que sí existen en el imperio, Canadá o España, aquí en Venezuela la gente hace humillantes colas en las adyacencias de los automercados para enterarse, después de una noche a la intemperie, que el camión no ha llegado porque se accidentó en las destartaladas vías que nos incomunican como pueblo.
Y ese monocultivo nos ha llevado a ser espectadores de las actuaciones más insólitas y extravagantes de quienes se dicen gobernantes. Lo cual se hace todavía más palpable cuando hacemos comparaciones con presidentes de otros países, en este y en diferentes momentos. Frente a cualquier error hemos visto a Barak Obama, Mariano Rajoy, Pepe Mujica, a la propia Dilma Rousseff e incluso a José Manuel Santos, asumir responsabilidades por sus decisiones, errores u omisiones, independientemente del costo político. Sin ir muy lejos, Santos le acaba de dar la cara a sus connacionales después que la FARC emboscó y masacró a militares colombianos, mientras él se empeña en negociar – civilizadamente – con ese grupo narcoterrorista.
En tanto, lo único que escuchamos aquí del Madurocabellismo son voces insensatas, arrogantes, insultantes y sin el menor compromiso con Venezuela, que escurren el bulto y culpan a la MUD, al imperio, a Uribe, a Rajoy, a Felipe González, a Leopoldo López y Antonio Ledezma de todo lo malo que nos ocurre. Definitivamente, estamos mal, muy mal…