Para quienes creemos que el modelo político-económico que actualmente controla el poder en Venezuela ha perdido hace rato el calificativo de “democrático”, la noción de “autoritarismo competitivo”, desde las arenas académicas, resulta útil para describir lo que, día a día, padecen los venezolanos.
Según Levistky y Way, en este tipo de regímenes, “aunque se den con regularidad elecciones sin fraude, los funcionarios abusan constantemente de los recursos del Estado, no ofrecen a la oposición un cubrimiento adecuado o espacio en los medios, persiguen a los candidatos de la oposición y a sus seguidores y, en ocasiones, manipulan los resultados de las elecciones. De igual modo, los periodistas, políticos de oposición y otros críticos del gobierno pueden ser espiados, amenazados, perseguidos o arrestados. También miembros de la oposición pueden ser enviados a prisión, exiliados o (con menor frecuencia) incluso asaltados, acosados o asesinados. Regímenes caracterizados por estos abusos no pueden ser llamados democráticos.” Cualquier parecido con la realidad…
Lo cierto, lo palpable, lo evidente, es que el autoritarismo que subyace en la estridencia de la praxis oficial, adopta la forma del control como único objetivo para evitar perder el poder construido y edificado a costa del tejido institucional y los contrapesos que, en otras sociedades, tiene el poder político.
Las denuncias recientes sobre los artilugios y malabares ilegales del CNE para restar diputados en circuitos histórica y recientemente inclinados a votar por la oposición, con el descaro y la ligereza del caso, sumado a la ola de citaciones y detenciones del Sebin a líderes, dirigentes o representantes de cualquier sector no gubernamental que manifieste alguna crítica, queja, reclamo o disidencia contra el desastre actual, entre otros hechos, configuran un escenario en el que la represión y ruptura de derechos, garantías o parámetros democráticos se van convirtiendo en una cotidiana política de Estado.
La decisión de reducir, recortar los llamados cupos de divisas para viajes al extranjero, se suman a una suerte de aislamiento fáctico aunque no declarado del país con el exterior, más allá del impacto en algún rentismo golillero que manifestó, de lado y lado, su pesar, revelan quizá el precario saldo en divisas disponibles, no sólo atribuibles a la caída del barril de petróleo, sino al saqueo y la urdimbre mafiosa tejida desde cumbresboliburguesas en torno al control cambiario.
La misma noción del “cupo”, denota la esencia de toda aspiración colectivista, piedra filosofal de un comunismo mal digerido y devenido “socialismo del buen vivir”: la equiparación de la miseria. La estandarización de las migajas. El racionamiento como supresión del deseo individual, a favor del “sabio” criterio del Estado-Partido.
Mientras tanto, el delirio de poder encumbrado, fachada de un designio militar, sigue su curso de control y represión. Prepárese. Ud. no sabe si más temprano que tarde, le toque pedir permiso para respirar…
@alexeiguerra