Allí estaba mi amigo Narciso, parado en la puerta del baño, mirando hacia el techo, pensativo, había colocado una soga en la viga principal porque decidió quitarse la vida. Se acercó, tomó la soga en sus manos y se guindó. Tenía que asegurarse que la viga aguantaría el peso de su cuerpo y que el techo no se caería cuando él quedara colgando…miraba, seguía parado allí, tal vez descalzo y hasta en ropa interior. No pensaba en nada, tan solo que había tomado la decisión de suicidarse porque no aguantaba más tanta soledad y tristeza. La sensación de que nadie lo quería, que no significaba nada para nadie lo atormentaba. Ejecutaba un oficio rentable y ganaba dinero, pero todo lo dejaba en los bares… una sonrisa limpia deja ver un hálito de melancolía en su rostro.
Era el monólogo largo e ininterrumpido de una voz pausada, gruesa, de fumador; y unos ojos tristes que enternecía mi corazón. Los pelos de mi cuerpo se erizaban periódicamente, escuchándolo, descubriendo cómo el enemigo de las almas es capaz de llevar hasta lo más hondo y oscuro la vida de un hombre. Constatar como persuade a una persona para que se sienta culpable y se destruya así misma. Cómo induce los actos de los individuos para que hagan lo malo. Y ver también, la determinación de un Dios, de enviar a su hijo para salvarnos del vil y cruel enemigo. ! ¡Todo eso, erizaba mi piel! Vino a mi mente el pasaje bíblico donde Josué el sumo sacerdote es atacado por el diablo. “Me mostró al sumo sacerdote Josué, el cual estaba delante del ángel de Jehová, y Satanás estaba a su mano derecha para acusarle”Zac.3:1. Sí, porque ese es su trabajo, acusar, descalificar y decepcionar para que el hombre sienta que no tiene perdón de nadie. Ni de Dios. Pero la respuesta de Dios no se hizo esperar. “Y dijo Jehová a Satanás: Jehová te reprenda, oh Satanás; Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda”vers.2. Porque ese es el trabajo de nuestro Dios. Darnos su amor, su piedad y su maravilloso perdón.
Pero Narciso no podía ver eso. Los recuerdos de una decepción amorosa y sus propios defectos asesinaban su deseo de vivir. Deambulaba en un horizonte de incertidumbres, vivía solo en un cuarto alquilado, lejos de aquel hogar y eso lo atormentaba, sumergiéndolo cada vez más en el fondo de una botella. ¡Ya basta!, dijo, no vale la pena vivir así… se subió en la silla… tomó la soga… se la colocó alrededor del cuello… y cuando se iba a lanzar, cuenta, oyó la voz de su hijo adolescente que venía de la calle que lo llamaba… Papáááá… era muy temprano en la mañana y no daba crédito a lo que oía… prosiguió entonces con el plan trazado de terminar con aquella agonía…, pero nuevamente oye la voz de su hijo… Papáááá, se detiene, entonces decide posponer lo que iba a hacer y se dirige a la puerta… abre y no ve a nadie. Comenta en su mente, que no es nada, simple imaginación. Cuando se sube nuevamente al lugar de su destino y va a colocar al ejecutor en su garganta, vuelve a escuchar la voz de su hijo. Es cuando duda y decide que algo raro está sucediendo, quita la soga, se viste y se dirige a la casa donde habita su exesposa y sus hijos. ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!
[email protected]. William Amaro Gutiérrez. Continuará