“Los presidentes andan de cumbre en cumbre y sus pueblos de abismo en abismo”. La frase no es mía: es del fallecido Hugo Chávez, que aunque no se perdía una cumbre, lo aseguraba sobre los demás presidentes y pueblos. Era muy fácil ir de cumbre en cumbre con la mochila de PDVSA llena de dinero. Pero aquella repartidera de real lo que hace -en estos tiempos de vacas flacas- es recordarnos que cuando la riqueza se reparte y no se crea, la pobreza está a la vuelta de la esquina.
Nicolás Maduro no escapa a la imprecación. Regresó de La Habana asegurando que “pasará a una nueva fase de radicalización de la revolución”. De alguna manera tiene que justificar por qué no tuvo el éxito que esperaba en la cumbre y lo que sigue sucediendo en el abismo al que llegó.
La medida de la violencia (fuerza pública, paramilitar o jurídica) por parte del gobierno chavista ha sido inversamente proporcional a su capacidad de gasto social y publicidad. Bajaron los ingresos y el déficit de caja es enorme. No es de extrañar que se vuelva a recurrir a la represión “con gas del bueno” y balas de verdad, con cualquier pretexto: “la derecha apátrida”, los empresarios o el enemigo favorito: el imperio.
Pero ahora hay un nuevo factor: la comunidad internacional se aleja y toma distancia. La acción de los expresidentes se hace cada día más devastadora. La imagen del fracaso de Maduro en Panamá causa destrozos silenciosos. Mucho peor que aquel «por qué no te callas». La política exterior de Venezuela ha sido extorsionista, por decir lo menos: si somos amigos, te regalo lo que no es mío; si no cooperas, financio –con lo que no es mío- a tus insurgentes y desestabilizadores. ¿Para qué? Para tener apoyo y público en la OEA, en la ONU y en otras cumbres. Sin embargo, la situación actual de nuestra política internacional es de abismo y no de cumbre.
Es el momento para conocedores y sabios de todas las tendencias e imponer una política honesta. Ya solo hay dos caminos: ir a una tiranía bajo pseudo-colonización o fundar un sano Estado de Derecho. Si la oposición quiere ayudar debe conocer cuál es su papel y actuar coherentemente en todos los niveles y áreas de influencia. Si no lo hace, ayudará al gobierno a terminar de hundirnos en ese abismo que no tiene fondo.