El tiempo pasa, la vida sigue y el país continúa en caída libre por el barranco de la ineficiencia del régimen y de la corrupción más espantosa de que tengamos noticia histórica. Pasaron las Navidades, las celebraciones de Año Nuevo, el Carnaval, la Semana Santa, la resolución de Barak Hussein Obama, la VII Cumbre de las Américas con todos los acontecimientos alrededor de cada jornada, pero el ciudadano común de Venezuela sufre el rigor de la inseguridad, del alto costo de la vida, de la escasez de productos elementales, de las carencias en materia de salud y educación y ahora de hecho prisionero en su país gracias a las decisiones monetarias del gobierno. Podríamos emborronar muchas cuartillas con el inventario de los males, pero siento que es innecesario. Todo está a la vista.
De las jornadas panameñas saludamos dos cosas. El paso largo que significó el encuentro y la reunión cara a cara entre Raúl Castro y el presidente de Estados Unidos. Se pueden hacer muchas especulaciones, pero lo cierto es que se avanza con serena firmeza hacia un futuro mejor para ambas naciones y el continente. La es la declaración de 25 ex presidentes y jefes de estado en defensa de los derechos humanos exigiendo la liberación de los presos políticos de Venezuela, el fin de la represión y el respeto a los principios de la Carta Democrática Interamericana. Clara, precisa, valiente y oportuna. Una vigorosa respuesta que contrasta con el silencio “diplomático”, oportunista o cómplice de la mayoría de los gobiernos actuales de países que fueron gobernados por algunos de los firmantes. Excelente testimonio, digno de respeto y admiración.
En cuanto a lo negativo, creo que nunca antes un presidente venezolano había estado tan deslucido, tan fuera de sitio y tan desconcertado como Nicolás Maduro. Pobre hombre, no da para más. Pero, pobre Venezuela que sigue obligada por el alto gobierno civil y militar, a ejercicios millonarios de “guerra” para defendernos del “imperio” americano. El papelón de Maduro en Panamá sólo es superado por el ridículo de esta caricatura militar en que convierten progresivamente a nuestras fuerzas armadas.
No hay alegría en la nación. Una larga y profunda tristeza contamina la esperanza. Sin fecha para las elecciones parlamentarias, el liderazgo democrático debe aferrarse a los principios y valores fundamentales que nos unifican y luchar por el cambio necesario de régimen, de gobierno y de la cabeza del poder ejecutivo. ¡Somos o no somos!