La política exterior norteamericana no ha sido siempre la más acertada. Prioridad han dado los Estados Unidos a Europa y Asia, que a América Latina. A propósito de la VII Cumbre de las Américas en Panamá, Estados Unidos aplicó correctivos de emergencia. Reanudar las relaciones con Cuba, cuyo avance lleva velocidad de transbordador al espacio. En poco tiempo ha convenido reapertura de embajadas, fin del “bloqueo” y sacar a Cuba de la lista de países que apoyan el terrorismo.
El presidente Obama se reunió en Jamaica con los miembros del Caricom. Les ofreció energía sin chantajes como lo hace Venezuela a través de Petrocaribe. Pero el enigma de estos días es saber quién reculó en sus posiciones. El régimen venezolano presentó el retiro de Estados Unidos de la palabra amenaza, como una victoria moral, política y jurídica. Este entusiasmo tiene otra cara.
Maduro solicitó un emisario de Washington. Resultó Thomas Shannon conocedor de Venezuela. Reuniones a puertas cerradas. La solicitud no es inocente. Estamos en abril y el comercio con Estados Unidos cayó 39,85%. En materia petrolera, que es el principal intercambio, de 92,75% bajó a 51,09%. Venezuela le está comprando hasta gasolina a USA y las compras no petroleras, por desabastecimiento, aumentaron en un 59,4%.
Mientras Maduro pedía cacao, sus asesores valoraban el diálogo. La fiscal Ortega Díaz, en la lista por violación de los Derechos Humanos, ofrecía cifras desconocidas sobre detenidos por violación de los derechos humanos y corrupción, ya privados de libertad, imputados, acusados y sentenciados. Hace mutis respecto a los acusados de narcotráfico y de depósitos en Andorra, Suiza, España y Luxemburgo.
La cumbre terminó con ganadores y perdedores. Un gran revés para Maduro, pues Estados Unidos ratificó las sanciones para los 7 funcionarios. El mandatario venezolano demostró otra vez no estar a la altura de otros mandatarios. Al utilizar la palabra encabronamiento demostró que se sentía en una gallera. De nada le valieron los 1.500 venezolanos trasladados a Panamá con gastos pagos, pues mientras hablaba un fuerte cacerolazo se escuchaba en los alrededores de la cumbre. Su visita al barrio de Chorrillo era meterle el dedo en la llaga a USA, después de haber prometido que se iba a portar bien. “No hay error más grande que el creer que somos los únicos que no cometemos errores”.
Evo Morales fue un ventrículo de Fidel Castro, un discurso de reclamos a Obama, que Raúl Castro le respondió al decir que era un presidente honesto. Santos y Cristina Kirchner demostraron querer pasar el río sin mojarse.
La Cumbre dejó grandes ganadores, el presidente de Panamá Juan Carlos Varela que demostró ser un caballero como anfitrión, el de Honduras Juan Orlando Hernández con un magnífica exposición sobre lo logros positivos de su gobierno. Interesante el planteamiento del presidente dominicano Medina sobre la desintegración de las instituciones. Colorín corolao: el cuento se ha acabado.