En la edición de marzo de este año de la revista SIC que edita el Centro Gumilla justamente evocábamos el mito de Sísifo, para referirnos a la deuda social que sigue pendiente en Venezuela. A Sísifo en la mitología griega se le identifica con su castigo: llevar una piedra hasta la cima de una montaña, y antes de llegar, la piedra volvía a rodar hacia abajo (una y otra vez). Al iniciarse 2015 la Comisión Económica para América Latina (Cepal) apuntó el repunte de la pobreza (32%) y la indigencia en Venezuela (casi 10 %), mientras que el Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas) nos dice que se necesitan 3,5 salarios mínimos para cubrir la canasta alimentaria de una familia promedio.
Eran precisamente estos, pobreza y empobrecimiento, dos de los temas que en marzo de 1999, cuando se iniciaba el gobierno de Hugo Chávez, remarcaba la revista SIC como asuntos prioritarios dentro de la agenda social para el país. La colección de más de siete décadas puede consultarse en línea en http://www.gumilla.org. En esa edición de hace 16 años, al hacer un balance social del año 1998, Mercedes Pulido resaltaba que un hogar venezolano requería de 2,5 salarios mínimos para poder cubrir sus necesidades básicas.
Mercedes Pulido planteaba, en marzo de 1999, una agenda de prioridades: fortalecer la educación básica, mejorar la calidad del empleo y obviamente aumentar el número de puestos de trabajo, afrontar problemas con alta incidencia en la multiplicación de la pobreza como el embarazo de adolescentes, generar de forma estable políticas de atención a los más pobres con mecanismos que impidan su dependencia de las dádivas del Estado como forma de vida. En Venezuela, 16 años después y teniendo en medio de esta década y media una colosal renta petrolera debido a los altos precios del crudo, siguen siendo éstos los problemas prioritarios que deberían afrontarse, para hacer un país más justo. Como en el mito de Sísifo, pareciera que debemos subir, una y otra vez, la piedra de los problemas sociales por la cuesta sin alcanzar nunca la cima, que sería la erradicación de la pobreza.
En ese texto de marzo de 1999, Mercedes Pulido por ejemplo cuestionaba que buena parte del debate educativo se centrara en las universidades, cuando la prioridad debía ser la educación primaria que, entonces y ahora, estaba signada por falta de escuelas (menciona la autora la necesidad de contar con 33.900 aulas nuevas), la escasez de profesionales dedicados a la enseñanza, el abandono del Estado de la educación en zonas marginales urbanas y/o rurales. Otros asuntos que se discutían entonces y que siguen siendo una deuda, puesto que no se avanzó en estos 16 años: el turno completo para toda la educación primaria y los 200 días efectivos de clase por cada año escolar.
Si la agenda social resultaba clara, la económica también. En el texto de Miguel Ignacio Purroy, por ejemplo, al hacer un balance económico de 1998, se planteaba la necesidad de diversificar los ingresos del país para hacerlo menos dependiente del petróleo, puesto que una caída en los precios del crudo (como ocurría entonces) no sólo hacía más vulnerable a las finanzas de la nación, sino que terminaba teniendo impactos en la gente. Se repetía entonces un círculo perverso, ante el cual estamos hoy nuevamente: el Estado venezolano al recibir menos dólares contrae más deuda para mantener el ritmo de sus gastos e imprime dinero sin respaldo para sostener sus políticas populistas.
Nada parece haber cambiado, sólo que han pasado 16 años entre aquellas reflexiones y el momento actual.