El control de cambio es una intervención oficial del mercado de divisas, de tal manera que los mecanismos normales de oferta y demanda, quedan total o parcialmente fuera de operación y en su lugar se aplica una reglamentación administrativa sobre compra y venta de divisas, que implica generalmente un conjunto de restricciones tanto cuantitativas como cualitativas de una entrada y salida de cambio extranjero.
Así es en teoría.
Por experiencia de muchos países este tipo de medidas aplica temporalmente en circunstancias de escasez de dólares. Superada la dificultad, se levanta el control, y se devuelve al mercado la potestad de
asignar los recursos.No es ese el caso del control de cambio vigente en Venezuela desde 2003.
Como se sabe, en la última década, por el contrario, llegó un torrente abundante de divisas. Algunos aspectos se asemejan poco a experiencias conocidas, entre esos, las facultades despojadas al Banco Central
de Venezuela, establecidas en la Constitución y las leyes, que fueron transferidas a la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI), órgano dependiente de la Presidencia de la República, encargada de determinar a quién, cuántos, a qué sectores y el precio a venderse los dólares.
Con ocasión de su implantación, el argumento fue poner fin a las “diabólicas” devaluaciones y establecer un tipo de cambio fijo, con valor inferior al de mercado (bolívar sobrevaluado). Así, los insumos y productos importados resultarían baratos, permitiendo controlar la inflación y a los especuladores,
mientras se gestaban las bases del “despegue” económico endógeno.
Con el control de cambio se perseguía, según se esgrimió: 1) contener la fuga de divisas de capitales, 2) democratizar su uso estableciendo límites por persona (cupos para viajeros y compras electrónicas) y
3) canalizar las importaciones hacia bienes necesarios para el desarrollo nacional (que lograría el abastecimiento y contendría la inflación).
Tal disposición vendría acompañada de beneficios adicionales ampliamente publicitados: a) las empresas que solicitaran dólares a Cadivi estaban obligadas a demostrar Solvencia Laboral (con los trabajadores, SSO, política habitacional, INCE, etc.) y Solvencia Fiscal (estar al día con el Seniat); b) incremento de los ingresos públicos; c) disminución de la informalidad laboral, y d) el más importante -si se cumplía la secuencia de eventos descrita se incrementaría notablemente el empleo en el sector privado de la economía.
Sobra decir que tal secuencia no ocurrió, ni se mantuvo el esquema inicial diseñado. Aunque durante el quinquenio 2005- 2009,se impone un tipo de cambio fijo y único, Bs 2,15 x dólar, a partir de 2010 se desbarata el esquema: vuelven las devaluaciones, y se avanza hacia un sistema dual. Desfigurado luego, en el 2013, en un sistema de cambios múltiples, diversos precios para dólar, convertido en fuente de
distorsiones y corruptelas.
Al presente, la idea extendida y generalizada según la cual en Venezuela “se estableció un estricto y severo control de cambio”, resulta falsa, a la luz de las evidencias.
Desde sus inicios, existen formas alternativas de acceso a dólares, fomentadas o auspiciadas oficialmente, distintas a la Cadivi. En esa lista se incluye el llamado dólar permuta y acciones de la Cantv, entre 2000 y 2009. Luego vino el Sitme (Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera), creado en 2010 y, más recientemente, el Sistema Complementario de Administración de Divisas (Sicad). Todos con tasas superiores a la paridad oficial.
Sin mencionar un mercado negro, siempre presente. La fiebre de las importaciones y la salida
de capitales prohijaron una verdadera legión de avispados en torno a la Cadivi: “carpeta-habientes, “raspa cupos”, “viajeros ficticios”, importadores de maletín, remesas fraudulentas, sobre facturadores de envíos, y otras sub-especies, aprovechadores todos del diferencial cambiario, cuya función es abastecer el mercado negro.
En el año 2012, por ejemplo, un viajero con autorización de gasto en sus Tarjetas de Crédito, por $2500, en el Perú consumía $1000, y “raspaba” $1500 en efectivo, que vendería en el mercado negro, por seis
veces su precio de compra. De este modo, al transitar por la cámara secreta cambiaria, “le quedaba” el equivalente al salario mínimo de un año. Naturalmente, todos queríamos “raspar”.
El control de cambio, se mantuvo en medio de abundancia de dólares, revela la existencia de objetivos políticos no declarados pero de fácil conjetura: restringir las divisas a ciertos sectores y favorecer
otros. Tal control no logró los objetivos trazados: abatir la inflación, abastecer el mercado,detener la fuga de divisas, ni disminuyó la informalidad laboral. Propició por el contrario, la salida de 203 mil millones
de dólares, desglosados en 117 millardos sector privado y 86 millardos sector público, acumulados entre 2003 y 2013, según cifras que pueden corroborarse en el portal electrónico del BCV.
El lector se preguntará si el control de cambio trae tantos problemas, ¿por qué se mantiene? Este punto se abordará en la siguiente entrega.