Semana Santa es tiempo oportuno de evocar la frase bíblica de Henrique Capriles Radonski, que el tiempo de Dios es perfecto.
Algunos – frustrados hasta la desesperación por la caótica y deprimente situación – se burlan del dicho, sin señalar alternativa efectiva para superar milagrosamente la agonía en que se encuentra la civilización de este país. Sencillamente no existen soluciones rápidas, fáciles o milagrosas para escapar el marasmo.
La frase bien se puede completar con otra de sabiduría popular, que dice que Dios sabe por qué hace las cosas. O con el refrán que recuerda que no hay mal que por bien no venga.
El experimento perpetrado sobre el cuerpo viviente de Venezuela durante quince años ya generó costos abismales en todos los frentes. El más inminente es el económico pues al país se le viene encima todo junto, cual avalancha, al punto que muchos ya avizoran una crisis humanitaria que ya comienza.
Este es un tiempo de plena resaca de la prolongada borrachera económica, y vienen juntas todas las facturas. Las consecuencias políticas y sociales del experimento son difíciles de dimensionar pero parecen abismales.
En lo político, aún cuando se han erosionado las bases del mal llamado socialismo del siglo 21, queda un 20% aproximado de población obstinadamente aferrado a un modelo estrepitosamente fracasado, así sea por motivos deleznables.
Resulta un porcentaje demasiado alto para manejarlo pacíficamente, sobre todo si al frente tiene dirigentes más imbuidos de rabia y petulancia que enfocados en buscar soluciones prácticas para quienes pretenden representar.
En vista de semejante cúmulo de desastres: ¿Alguien se ha paseado por lo que sería si la oposición hubiese entrado a gobernar hace dos años? En pleno tiempo de facturas.
El descalabro del aparato productivo no hubiese desaparecido. Quedaría un enorme sector parasitario del Estado, y un hampa que se multiplica exponencialmente, desbordada más allá de toda autoridad.
Y para colmo con lo que sería una nueva oposición de extrema izquierda obsesionada con el poder, aún por los medios irresponsables y violentos que han sido su vocación demostrada y permanente.
Parafraseando al general jefe del Comando Sur norteamericano: ¿Quién en su sano juicio querría afrontar semejante entuerto?
Visto todo con la calma de estos días no cabe duda que lo sano y conveniente es dejarles consumir en su propio veneno, para encoger ese 20% a su mínima expresión.
Ahora es tiempo de facturas. Que las enfrenten ellos, solos. Vendrán tiempos mejores. El tiempo de Dios, sí es, y será siempre, perfecto.