En mi curso de Escritura Creativa siempre surgen temas interesantes. Y es que los escritores son gente interesante. Hace dos semanas, una tarea calificada como “difícil” resultó ser una de las mejores que hemos hecho en los dos años y pico que tenemos reuniéndonos todos los miércoles en la noche. “Si tuvieras que escoger quedarte con un solo recuerdo de tu vida, ¿cuál escogerías?”… Ciertamente no es una pregunta fácil de responder. Tal vez por eso las respuestas fueron tan especiales.
Abarcaron desde los nacimientos de los hijos: uno en el que el mismo padre tuvo que desenredar el cordón umbilical del cuello de su hija. Otro que “desgarró a la madre por dentro” y a pesar de su debilidad pidió tener a su bebé con ella. Otro, sobre el vínculo tan fuerte que se estableció entre la autora como madre y su pequeño hijo.
Escribieron desde el primer “te quiero”, al mágico momento en que un abuelo repartía gomitas de colores a sus nietos; desde las sonrisas de la esposa y los hijos, hasta el día de la Primera Comunión; desde un dálmata de peluche que reveló a la autora la sensibilidad de su padre, hasta un relato en tiempo futuro de una reconocida escritora. Desde las luchas internas por surgir, sobreponiéndose a sí mismo, hasta un relato en verso de todas las personalidades asumidas por el autor. Lágrimas, risas, aplausos… Un ejercicio de catarsis, memoria, humildad, valentía y mucho, mucho amor.
Sobra decir que las emociones estaban a flor de piel. Ante la impresionante calidad de los escritos y de las conversaciones que emergieron de cada lectura, uno de mis alumnos, Rodolfo Wallis, propuso un interesante ejercicio de ciudadanía, generosidad y sobre todo, de coexistencia: “Les invito a que hagamos algo especial por cualquier persona cada día. Algo inesperado. Que le dé alegría, calidad de vida y nos haga sentir mejores personas… En vez de echarse encima un cubo de hielo, hacer algo por alguien”. Y nos sugirió escribir sobre los resultados, que todos celebramos y anticipamos como maravillosos.
Y es que tenemos que trabajar en la reconciliación y el perdón entre los venezolanos. Los convoco a anotarse en la cadena de alegría. Rodolfo lo hizo en su Facebook e invitó a varios amigos a unirse. Una cadena así es humanidad exponencialmente repartida. Nos hace falta. Nos hará bien.