Vivimos la guerra más triste. Los pobres de aquí contra los de allá que le huyen a la carencia disputándose los productos provenientes del “bachaqueo”, mercancía ya casi inexistente en supermercados, farmacias y bodegas como realidades precarias que rozan la esclavitud.
Su nombre se deriva de la comparativa que se hace del bachaco, laborioso insecto que transporta su alimento para almacenarlo en sus hormigueros.
La furia del pueblo pasa inadvertida ante un gobierno que actúa contra la disidencia y medios de comunicación, sin acabar de una vez por todas con las colas y la acción de traficar alimentos para revenderlos con altos costos que tienen asfixiado a todo un pueblo.
Se está construyendo un panal entre depredadores “vivos” contra necesitados que consiguen poco o nada. Pobres de aquí, quitándole recursos a los de enfrente sin mirar que forman una sola comunidad, una sola burbuja bajo el concepto de “sálvese quien pueda”.
La pobreza está creciendo y los ingresos de las personas bajando. Un escenario explosivo. Situación que está llevando la guerra a su más alto nivel porque la escasez de rubros básicos esenciales creó el mercado ilegal, que genera dobles ingresos a quienes se dedican a este menudeo.
La depredación se define como la captura de una especie que se da debido a la necesidad de alimentarse. El hombre, hasta el momento ha permanecido en la cima de la pirámide depredadora y no existe en la actualidad ninguna criatura que le dispute el puesto. El mayor asesino de la tierra es el hombre y hasta mata por deporte. Es auto destructor y consciente del asesinato que está cometiendo.
El “bachaqueo” ya es parte del oficio de muchas personas pues no sólo lo hace el pobre, sino también el profesional y el empresario. El precio controlado y la caída de la oferta de productos garantizan la permanencia del negocio, que a todas luces se muestra en la ciudad en mesones de buhoneros.
Mujeres, hombres y adolescentes comercializan con los productos con el fin de obtener una ganancia exorbitante o sencillamente sobrevivir en medio de la crisis.
Otros, las mafias organizadas en cooperativas fantasmas se abastecen de grandes intermediarios que tienen relación con empresas productoras.
El “bachaquear” dejó de ser un simple problema y hasta chiste popular para convertirse en una enorme dificultad, y de no atenderse, se convertirá en otra falla estructural de la cultura venezolana.
Es un colchón que está cristianizando a un grupo de “vivos” que no salen de su pobreza, convirtiendo al prójimo en más pobre. Entonces, todos merecemos ser pobres.
Los menesterosos se han vuelto invisibles y despertado el horror alimentario entre coyotes, colas, empujones y mentadas de madre.
Este artículo no busca corregirle los defectos a nadie, no es una receta, ni una solución, sólo es una interrogante que nos hacemos como parte de un pueblo que tiene quinientos años pensando por otros, y que considera que en tiempos revolucionarios debemos y estamos obligados a ser nosotros.
Otro año de contradicciones en el que los signos de esperanza para los desheredados se han visto menoscabados por el engaño y las promesas incumplidas de este gobierno, que trata de cambiarle a otros países nuestro petróleo por papel toalé para disimular la
escasez.
¡Válgame Dios!