El arte de la política es quizás de las cosas más difíciles y complejas atinentes al ser humano. La dimensión política está soportada por un cúmulo de intereses, necesidades, demandas, abstracciones y demás yerbas aromáticas. Todos ellos, en alineamiento cuasi perfecto en muy rarísimas excepciones y más bien, casi totalmente desalineados en la mayoría de las ocasiones. Por ello, una y mil veces, la política ha sido catalogada como “el arte de lo posible” en medio de las imperfecciones de la vida humana. Nada más parecido a un juego de ajedrez que requiere agudizar las certezas para contrarrestar la incertidumbre. En la Venezuela actual, la política más que nunca y que en ninguna parte del orbe, equivale a un metódico juego de ajedrez que está muy distante de un antaño popular “rayo y calquiao” jugado con metras o canicas en las décadas de los setenta u ochenta.
Cálculo político versus cálculo económico
Algunos actores políticos se inclinan por privilegiar en sus análisis de la realidad venezolana la situación económica actual dejando de lado los parámetros del ejercicio global de la política. Otros, en cambio, privilegian exclusivamente el elemento político como alternativa de juego. Ambos, sin duda alguna, limitan sus parámetros de actuación estratégica. Esta afirmación la podemos soportar mejor haciendo una graficación matricial de lo que piensa el pueblo venezolano frente a esta coyuntura. En materia económica,
el país luce, evidentemente, despolarizado.
Chavistas, opositores y no alineados coinciden en porcentajes que rebosan el 80 por ciento en la apreciación negativa sobre el estado de la economía nacional. Y esto pareciera agudizarse con el paso de los días como se evidencia en los diferentes tracking polls que se hacen a diario. El país luce unido en torno a la apreciación sobre la situación económica y a las preocupaciones al respecto que le surgen a cada venezolano en particular. En materia política la cosa es distinta. Aún las secuelas de la conflictiva
polarización que ha carcomido el sistema político venezolano en los últimos 15 años –aunque en menor proporción y algo debilitada- se mantiene. Las señales actuales –según las principales encuestadoras- indican claramente que ya el país no está dividido por mitades sino que los factores opositores y no alineados constituyen hoy por hoy, cerca de dos tercios y algo más de la población.
Esto es un elemento significativo pero no absoluto en el proceso de cálculo ajedrecístico que es necesario y obligatorio efectuar para “comprender” y de inmediato “actuar” sobre la compleja realidad venezolana.
¿Y entonces, cuál sería el camino?
El liderazgo político venezolano tiene que aprender a jugar ajedrez trascendiendo la coyuntura. Esta es una premisa fundamental si no queremos seguir incurriendo en la tan limitativa “ceguera situacional”. Hoy en
día, las cartas están echadas para generar alta conflictividad en los factores plurales de cara a las elecciones parlamentarias. El sistema electoral vigente y utilizado para elegir órganos colegiados en Venezuela es claro.
Sin plataformas candidaturales unificadas y sólidas es poco menos que imposible acceder a escaños parlamentarios. Dañar para dividir esas plataformas, se constituye en un elemento esencial de la estrategia soportada en el cálculo político en términos electorales.
Se producen buenos resultados con objetivos a corto plazo pero dejas que la economía
siga socavando la legitimidad democrática.
Quien logre dividir en mayor grado al Gran Polo Patriótico o a las fuerzas opositoras tendrá
ganancias temporales equivalentes al “rayo y calquiao” pero no le servirán para nada en cuanto a ganar certezas para despejar “incertidumbres”.
Una sabia combinación de interpretar la realidad política y la económica-social seguro fortalecería la metódica necesaria para avanzar a pasos agigantados en el ajedrez nacional. Para jugar este juego, se necesita trascender la coyuntura y apuntalar el largo plazo. Esto para poder superar los estadios actuales de la complejidad venezolana. Falta ver quiénes realmente están anotados en este ajedrez de enorme profundidad. Los cálculos, cuando no son parciales e inmediatos, ayudan a acelerar procesos de cambio insertos en el alma nacional de los pueblos. Los actores políticos comprendiendo la complejidad,
ayudan a sustituir la visión mesiánica por la visión de la corresponsabilidad. Ayudan, en definitiva, a cambiar el ustedes por el nosotros como protagonistas de la democracia.