a escasez, la inseguridad y el exilio que afectan a la sociedad venezolana desde hace unos años irrumpen en la escena teatral con obras que abordan, a veces con una dosis de humor negro, esta problemática que afecta a todos sin distingo de clases.
«La gente que hace teatro empieza a tomar conciencia no sólo de lo comercial sino que busca conmover, sacudir conciencias, hacer reflexionar al espectador», comenta a la AFP Juan Antonio González, crítico de teatro.
En el teatro comercial venezolano, montado en pequeños espacios porque los principales recintos está en manos del gobierno, predominan comedias de corte ligero, pero desde hace unos años ganan terreno piezas que reflejan la complicada vida del venezolano común.
«Las críticas directas no existen en teatro, hay una poética de la situación política, que es la que hace el arte. Ese teatro se hace desde la catacumba de alguna manera, pero no ha sido censurado, (aunque) no recibe ningún apoyo del Estado», añade González.
Este rico país petrolero, que ha vivido entre la bonanza y la crisis, es golpeado por una inflación de 68,5% anualizada, una escasez generalizada y la criminalidad que lo hace la segunda nación con más homicidios del mundo.
La vida en la cola
«Venezuela vive en un absurdo, cambiamos café por champú», dice Virginia Urdaneta, autora y protagonista de «Pa’lante» que se presenta en un circuito de micro-teatro (piezas de 15 minutos) montado en un centro comercial del este de Caracas junto a una veintena de obras, de las cuales al menos cinco evocan la complicada realidad venezolana.
«Pa’lante», mantra venezolano ante la adversidad, presenta a dos amas de casa: Sofía, de clase acomodada venida a menos, de modales «sifrinos» (ostentosos) y vestir impecable, y Josefina, de un barrio popular, brusca en su hablar, con ropa ceñida y estridente peluca.
Las protagonistas pasan horas en las «colas» (filas) que a diario se hacen en los supermercados en busca de café, leche, azúcar, aceite, champú o desodorante. Sofía compra para su reserva familiar o para «truequear» entre conocidos, y Josefina para su puesto de reventa callejera. Sus anécdotas doblan de risa al espectador.
«El ir al supermercado se ha convertido en un trauma, marca nuestra vida. Oficinas se paran porque la recepcionista fue a buscar azúcar que llegó. Es tan deprimente, tan angustiante, y es tan absurdo que eso pase, que eso tiene intrínseco un humor», comenta Urdaneta, quien sin embargo está al borde del llanto.
El punto en común de Sofía y Josefina es la maternidad, la constante preocupación por sus hijos, rezan para que no sean víctimas del crimen y salgan adelante. Al final de la obra, una sorpresiva llamada telefónica deja congeladas a las protagonistas y acalla la risa del espectador.
Vida on line
Las escasas expectativas económicas y la creciente inseguridad han resultado en la multiplicación del número de venezolanos, principalmente jóvenes profesionales, que optan por el exilio en busca de una mejor vida.
En otra micro-obra, «On line», cuatro jóvenes venezolanos, separados por el Atlántico y los husos horarios, conviven gracias al ciberespacio.
El novio desayuna en Madrid entre reclamos en la pantalla del computador de su novia, a punto de dormir en Caracas, y de su hermano, que está también en Venezuela y que de paso «ciber-coquetea» con una venezolana que se fue a España.
«Esto es un reflejo de lo que están viviendo las familias debido al éxodo. Todos tenemos a un familiar, a un mejor amigo fuera y ahora las tradiciones (fiestas familiares) o las reuniones de amigos han tenido que migrar a las computadoras», comenta Jorge Roig Graterol, actor de «On line».
«Tequila o ron», sobre una pareja exiliada ante la encrucijada de permanecer en México o regresar a su país, «Venezolanos desesperados», próxima a estrenarse y también centrada en el exilio, y «Jazmines en el Lídice», sobre mujeres que han perdido a familiares por la inseguridad, son otras obras –de larga duración– en la cartelera.
Karín Valecillos, autora de «Jazmines en el Lídice» y «On line», rechaza toda intencionalidad política en sus obras y explica que busca exponer estos problemas «desde lo más humano, profundo y sincero».
«En el caso de ‘Jazmines’ es quizá ver cómo a pesar de lo doloroso y de lo fuerte que es la pérdida de un hijo, estas madres siguen adelante. Es un gran ejemplo de cómo un país herido puede sanarse. El teatro no está para decirte qué pensar, si no para dejarte las preguntas», comenta.