Reflexión – Vanidad

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“El hombre es semejante a la vanidad; Sus días son como la sombra que pasa” Sal. 144:3
Fue inevitable sentir una profunda tristeza, sincera, en mi corazón. Las escenas y acontecimientos del pasado que confluyen con las del presente, evocaron momentos vividos. La expresión de mi rostro, la mirada de asombro y sorpresa. Las palabras que luego brotaron de mi boca, quizás sean dignos de uno de esos poemas existenciales. Todavía siento el impacto de aquella escena, cuando por la prensa vi al ex-presidente Carlos Andrés Pérez en una silla de ruedas. Allí, sentado, cabizbajo, jorobado, ido. Con las exiguas fuerzas de un cuerpo literalmente acabado. Sin energía. Quizás solo. Usado. Triste, impotente y tal vez amargado. Anhelante de ser lo que otrora fue. De poder volver a su patria como aquel poema de Don Antonio Pérez Bonalde.

Un hombre, que llegó a ser evaluado como poderoso en la tierra. Admirado y venerado en el marco político de sus afectos y que causó impacto y asombro nacional e internacional. Los saltos gigantescos que daba cuando caminaba por las barriadas y el movimiento de sus brazos, cual aspas de molino de viento en las tarimas multitudinarias y que hoy seguro evocan millones, ahora eran pálidas representación de su inevitable decadencia. Igual sucedió con el último presidente de Venezuela que recientemente murió de un cáncer. Todo aquel despliegue de poder. “invicto” en el 99 por ciento de todos los procesos electorales. Hombre cuestionado por muchos pero “adorado” por millones que saturaban las grandes avenidas de nuestra nación y que traspasó las fronteras de nuestro país, es, igualmente lamentable.

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Quienes seguimos a Cristo, es inevitable sentir compasión por aquellos que uno vio en un pedestal de poder, en cualquier campo y ahora los ve en el último peldaño de una escala de valores que la sociedad tiene. Es como para mirarse en ese espejo. Agréguele a ello los sentimientos de burla o compasión ofensiva de sus “amigos” y enemigos. Su triste situación jurídica y el paso inexorable del tiempo que le señala que todo llegó al final de un ciclo que no tiene retorno. !Triste, verdaderamente triste!.

“Vanidad de vanidades” “vapor de vapores” “soplo de soplos”. Muy bien lo dice el sabio. “Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu” Ecl.2:11 Dios a través de los escritores bíblicos nos muestra, que todo es «vanidad». En el contexto de su exégesis, viene del hebreo Hébel, «suspiro», «nada». Su significado original es «aliento» o «vapor». Cualquier cosa que se busque en lugar de Dios y su obediencia. Es enfático, literal, «vapor de vapores», «soplo de soplos», Salomón pone de manifiesto la inutilidad y el desdichado fin de toda vida y de todo esfuerzo humano, a menos que se orienten hacia Dios.

“Razonaba: la ambición y el esfuerzo para avanzar en la vida carecen de valor, son un mero y fugaz aliento. En realidad, fuera de Dios no hay respuesta para los enigmas de la vida. El verdadero fin de la existencia sólo se encuentra cuando uno crece en la sabiduría de Dios y hace de su voluntad una norma de la vida” Elena de White. !Tremendo! ¿No? ¡Hasta el próximo martes Dios mediante!

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