Alguna vez oí que en Venezuela había más leyes que gente. Esta frase refleja el prurito que causa la distorsión que la potestad de legislar ha venido sufriendo en el país, como consecuencia de la sistemática renuncia que a ella ha venido haciendo la Asamblea Nacional, en beneficio del poder ejecutivo, mediante el otorgamiento de infames leyes habilitantes que le permiten al Presidente crear “leyes express”, evadiendo el procedimiento legislativo previsto en la Constitución. Como consecuencia de esto, el país sufre constantes hemorragias normativas, cuya rapidez y contenido variarán según la fortaleza y movilidad de la sociedad democrática, cuyo sometimiento es la razón oculta de esta estrategia, acicateada por los caprichos de la dupla roborrucionaria madurocabellista que dice gobernarnos, que son dos caras de una misma tragedia. Posiblemente un día, cuando la Asamblea Nacional ya no tenga materia que reenviar a la voracidad del Stalin de Miraflores, sólo le quedará habilitarlo para dictar la Ley del Embudo, la Ley de Gravedad, la Ley del Monte y la Ley del Llano, todas en un mismo día: ¡Así, así es que se gobierna!
Ejemplo de esta patología institucional, es la denominada “Ley Antimperialista”. Ahorcados como estamos por una crisis indescriptible, atosigados por la inflación, la escasez y la inseguridad, y a este régimen roborrupcionario, cuya anémica credibilidad ya rasguña los umbrales del abismo bíblico, sólo se le ocurre tramitar una ley que faculte a Maduro para dictar medidas en contra de una imaginaria agresión imperialista. Dicen que Newton formuló la Ley de Gravedad, luego de que una manzana le cayó en la cabeza. Respetando las cabezas, a los responsables de esta idea debió haberles caído una patilla en la testa – habrá que preguntarle a Chaderton, cómo suena una patilla al impactar la mollera de un roborrupcionario -, pues sólo así se explicaría el tufo a hipocresía y manipulación que ella expele.
En efecto, más allá de la Ley, sabemos que estos camaradas hacen gárgaras con estridentes discursos antiyanquis, pero chillan como perros apaleados, cuando les tocan las sagradas visas norteamericanas, o amenazan con bloquearles las cuentas que, en verdes billetes, tienen en los bancos estadounidenses. Diosss…¡es que se parecen tanto al recordado “Hermano Cocó”!, pues dicen no tocar los cochinos dólares, pero les encanta gastárselos, que provoca enrostrarles la lapidaria frase de Nuestro Señor: ¡Fariseos, sepulcros blanqueados! Luego, nada tiene que ver con el Imperio, ni con la patria, ni con su soberanía, la mentada Ley. Es una herramienta más para distraer la atención sobre los problemas del país, a la vez que un tortuoso mecanismo de persecución contra las fuerzas democráticas agrupadas en la MUD, estrategia que, curiosamente, tiene sus antecedentes en Cuba, en el oprobioso y decrépito régimen de los Castro.
Por cierto, Maduro ha malgastado dinero de los venezolanos, publicando una carta que ¿escribió?, en un periódico norteamericano, tratando de convencer a Obama de que Venezuela no es un peligro para EEUU. Aprovechando sus recién “adqueridas” virtudes de epistológrafo, el “obrero supremo” debería publicar otra carta en la que nos informe, así sea desde allá, cómo demonios va a sacar al país del infierno en el que lo ha sumido el “servilismo del siglo 21” y qué carrizo va a hacer, ante las actividades de Guyana sobre un área vital para Venezuela, como lo es la Zona en Reclamación.