Si algo no debe olvidar este país, es que el creador de estos momentos funestos que se viven, es un Tnte Coronel golpista en 1992, que con la suerte de las bondades y del Estado de Derecho de la democracia imperante, alcanzó la presidencia de la nación. Desde su juramentación profanó y mancilló la Constitución, que en mente llevaba cambiar e introducirle subterfugios que le permitiesen ir logrando su objetivo hegemónico y despótico; con el agravante de que la nueva Constitución fue y ha sido un “paraíso de papel” a juicio de D.A. Rangel; violada y ultrajada en todos los años del régimen, dejando como legado para terminar de incumplirla, el Plan de la Patria, cuyo verdugo mayor es la Sala Constitucional del TSJ.
El régimen instaurado sabía hacia donde iba, igual se conducía con contradicciones en el marco democrático, valiéndose de cuantas ideas y praxis se le ocurrían, pero siempre con un fin totalitario y militarista. Pasados los años y de su muerte y observando la terrible tragedia que como codicilo sus herederos debieron continuar, no hayan que hacer, como desenredar esa madeja o salir del laberinto donde nos metió a todos. Vista así la tragicomedia, recordamos un drama literario que aunque en su trama no se semeja, no deja de notarse dudas y crisis existencial en el manejo de la problemática que se vive y los pasos a dar, que no contradigan aparentemente el discurso y el testamento del fallecido.
Pues bien, el Hamlet de Shakespeare, en la frase conocida y emblemática, “Ser o no Ser”, he ahí el dilema, señala el autor, frente a la dicotomía de criterios e ideas, al igual que Hamlet, en contexto diferente; el régimen chavomadurista funciona atribulado en una crisis que no solo es económica, social e institucional, sino también en ese definir existencial y sicológico de “ ser o no ser” lo que predican y persiguen, o enrumbar los pasos, aparentando la forma, por el camino democrático, del Estado de Derecho y la aplicación de unos cánones monetarios, financieros y un sistema cambiario que se equilibren entre sí, y recompongan la economía del país tan destartalada. Los miedos y las dudas que les agobia al tomar decisiones que “tirios y troyanos” han sugerido, les coloca en una viva contradicción -no hay espacio al enumerarlas-, se es o no se es, porque lo que está en juego es el país. Un régimen cuyo carácter son los slogan, la retórica vacía y la verborrea, con una corrupción institucionalizada, no puede esperar otra cosa que ser víctima de este infortunio, del que una vez más quiere salir con frases hechas como la dicha por Maduro, “… hacer una revolución dentro de la revolución, para cambiarlo todo para servir al pueblo”; el régimen en su ambigüedad se debate entre un castrocomunismo y un Capitalismo de Estado y Trasnacional, aunque a decir verdad, en lo que no es ambivalente es en su afán desmedido por aferrarse al poder a toda costa, abusando e infringiendo las leyes, así como cercar y controlar a la sociedad militarmente. Ese “to be or not to be”, como marca de origen, lo llevará hasta su despedida como oráculo del caudillo.