Las sanciones anunciadas por Estados Unidos, dirigidas puntualmente a siete funcionarios venezolanos, y la declaración de un “estado de emergencia” por parte del gobierno de ese país en relación con Venezuela es un asunto que no puede pasar por debajo de la mesa por varias razones. El que la relación entre Washington y Caracas se ponga tensa, al rojo vivo, no es asunto que deba causarnos alegría. No serán los gringos (ni tampoco los cubanos) los que vendrán a resolver los problemas de Venezuela. Es tarea de los venezolanos trabajar por lograr los cambios políticos que deben darse (más temprano que tarde) en un marco de respeto a la constitución nacional.
En primer lugar Estados Unidos armó una gran alharaca, eso de decretar la emergencia nacional, para finalmente refrendar algo que ya se había decidido previamente por ese país, como lo es el congelamiento de bienes y la suspensión de visas a altos funcionarios venezolanos que estén presuntamente involucrados en hechos de corrupción o en violaciones a los derechos humanos. Declarar la “emergencia nacional”, hasta ahora, no implicó un cambio salvo que se subió de tono en el campo retórico. Eso desde Washington.
Desde Caracas la noticia cayó bien, al menos para el gobierno, veamos por qué. Estamos en un momento en que todas las encuestas apuntan a que Nicolás Maduro va en caída libre en términos de popularidad, junto a la persistencia de problemas serios de abastecimiento, escasez de medicinas y alimentos (y diversos productos básicos) y una inflación galopante. La conjugación de todos estos elementos coloca al chavismo en serias dificultades de reconvocar al voto popular mayoritario, como si lo hacía en el pasado.
Los señalamientos y críticas apuntan directamente al gobierno que encabeza Maduro. Ahora ese gobierno que va en franco descenso recibe una comunicación del “imperio” (porque hasta ahora lo único que se ha producido es una declaración) que le permite anclarse en la tesis del enemigo externo y poderoso, Estados Unidos, ante lo cual debe convocarse la unidad nacional.
Gracias a esta declaración del gobierno de Obama, Maduro ahora sí tiene un enemigo claro y en el contexto de pugnas internas del chavismo, le permite reconectarse con los sectores más radicales que le venían cuestionando su ineficiencia e ineficacia como gobernante. En esa línea, Maduro de nuevo contará con poderes especiales para legislar en prácticamente cualquier ámbito de la vida nacional.
Tenemos en el horizonte unas elecciones estratégicas, que de realizarse este domingo el chavismo perdería abiertamente (según indican las encuestas). Son elecciones estratégicas porque la Asamblea Nacional precisamente es el poder que designa al resto de poderes públicos y fiscaliza al ejecutivo.
Con los nuevos poderes especiales-gracias a Estados Unidos- es previsible que Maduro se juegue otra carta como el “Dakazo” (lanzar una medida efectistas en noviembre de 2013, poco antes de las elecciones municipales), para revertir las tendencias negativas cuando esté próxima la elección de diputados de este año.
Estados Unidos, en su ejercicio de soberanía, obviamente que puede decidir a quién le da visa y a quién se la niega, o investigar las cuentas bancarias dentro de su territorio si presume que se trata de dinero mal habido. Hasta allí está en el marco de sus atribuciones. Pero francamente eso de decretar una “emergencia nacional” debido a la situación de Venezuela no hace sino darle oxígeno político a un gobierno cuya bombona estaba ya en mínimo.
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