La reciente visita del secretario de Unasur, Ernesto Samper, y de varios cancilleres de este bloque regional, ha dejado en quienes ingenuamente esperaban alguna declaración más crítica sobre la situación del país, el sinsabor de los formalismos diplomáticos cuando se supeditan y subordinan a intereses distintos a la realidad y sentir de los pueblos.
Ha declarado Samper, palabras más, ensalzamientos menos, que en Venezuela hay una plena separación e independencia de poderes. Y es allí cuando el tour que el Presidente Maduro y sus funcionarios de seguro le ofrecieron a los cancilleres visitantes por una mezcla de Disneylandia tropical con Alicia en el país de las Maravillas socialistas, tiene cual torta de empaques pomposos y propagandísticos, su guinda definitiva, llena de un cinismo descomunal, de un descaro sorprendente.
Si algo no existe en Venezuela, señor Samper, es independencia y separación de poderes. El legado de Chávez, además de un modelo económico fracasado, sustentado en la combinación de despilfarro y malversación de la renta petrolera, destrucción del tejido productivo privado y particular, con expropiaciones, ocupaciones y leyes restrictivas con ribetes penales para la actividad empresarial, exhibe hoy un modelo político en el cual el Poder Judicial, el Poder Moral, el Poder Legislativo y las Fuerzas Armadas, exhiben, declaran, asumen, anuncian y defienden su carácter chavista, socialista, revolucionario y anti-imperialista.
El artículo 145 de la Constitución, que dice: “los funcionarios públicos y funcionarias públicas están al servicio del Estado y no de parcialidad alguna. Su nombramiento y remoción no podrán estar determinados por la afiliación u orientación política”, es hoy una abstracción, una ficción en forma de letra muerta, incumplida y olvidada por un gobierno al que ya no le importan las formas o apariencias para ejercer la represión y persecución de cualquier manifestación, opinión o señal de crítica, de disidencia o reclamo que desnude su talante autoritario.
Casos de corrupción engavetados, ejercicio contralor inexistente sobre la gestión del Ejecutivo, causas judiciales reiteradamente a favor del gobierno, fondos presupuestarios sin control ni fiscalización, abusos, atropellos y violencia contra quienes manifiestan su disenso del gobierno, ventajismo inocultable del Poder Electoral, la desinformación y la censura como políticas de Estado, la cárcel y violación de derechos humanos para actores opositores, la arbitrariedad hecha praxis cotidiana, configuran un cuadro que vive en carne propia el venezolano de a pie, que desconoce las hipocresías consensuadas del lenguaje diplomático, o no sabe qué es la Unasur.
La inviabilidad del actual estado de cosas, se alinean con el deseo de cambio que late en la mayoría ciudadana del país.
La “revolución” ha acumulado tal poder con base en el sometimiento de todas las instituciones del Estado a la parcialidad partidista oficial, que su evidente fracaso e incapacidad para generar bienestar y paz, que no sea con la amenaza, la imposición o la cárcel, se desespera hoy por mantenerlo y aferrarse al él al costo que sea. Aunque ese costo sea más ingobernabilidad, y la aceleración de su ocaso.
@alexeiguerra