Mientras que algunos supermercados y abastos se las ingenian para mitigar las largas colas que se forman a la hora de adquirir ciertos alimentos y artículos de higiene personal, la perfumería Sandrita situada en la avenida 20 entre 21 y 22, acentúa el inevitable malestar e incomodidad en los usuarios.
En esta notoria crisis económica y social que padecen los venezolanos, las colas representan una verdadera tortura, suplicio y angustia para la cantidad de hombres, mujeres y niños que forman filas a diario para conseguir un producto.
El pasado viernes 6 y sábado 7 de marzo, se formaron kilométricas colas en la citada perfumería, donde ofertaban papel toilet, jabón, afeitadoras, jabón en polvo y jabón de pastilla.
La interminable fila comenzaba en la entrada del establecimiento, en la avenida 20, seguía por toda la cuadra de la calle 22 hasta conectarse con la carrera 21. Más de 1.000 personas expuestas al inclemente sol y a la desorganización de la perfumería, la cual cerró entre las 12:00 del día y las 2:30 de la tarde, angustiando mucho más a los compradores.
Incluso, algunas personas soportaron más de 10 horas de cola el día viernes. No pudieron comprar porque el local cierra a las 6:00 de la tarde, quedando mucha gente para el día sábado.
Marcaje y remarcaje
Por la cola rodó un marcador negro con el cual las personas marcaban su mano al momento de incorporarse a la fila.
Luego, al mediodía, un supuesto empleado de la perfumería volvió a remarcar a las personas, esta vez en la cédula, pero con otro número. Al mismo tiempo y con marcador rojo, un funcionario policial marcaba en el brazo un código en rojo. El efectivo marcó hasta 300 personas. Pese a ello, muchos se mantuvieron en la fila.
Aquellos usuarios que no son “bachaqueros” y personas de la tercera edad, debieron lidiar con el montón de personas que se apostaba en la puerta del establecimiento y se coleaba, los revendedores y los distintos funcionarios que no hicieron la cola y compraron. “Ante la anarquía y el desorden uno se siente más miserable”, exclamó la joven María Rivas, quien andaba con su bebé de un año de edad. Ella hizo la cola del viernes desde las 10 a.m. hasta las 5:00 p.m. y no pudo comprar. Quedó para el sábado pero tampoco pudo comprar.
Otra señora, Alicia Figueroa, mencionó que en establecimientos como Kleos, venden harina precocida por el terminal de la cédula. El establecimiento entrega un cartón con un número, fecha, firma y sello. “Es deprimente hacer la cola, sólo por cuatro harinas, pero por los menos hay un poco de respeto al usuario, sabes que días puedes comprar y se tiene la garantía de que podrás adquirir el producto”, explicó.
No son cuentos…
A las mujeres embarazadas no les venden pañales, efectivos de la Guardia Nacional custodian permanentemente las colas, la prioridad la tienen los vendedores de las tiendas, luego los funcionarios, posteriormente los revendedores y finalmente los usuarios comunes.
En muchos establecimientos la cola es igual para todos: no hay preferencias entre embarazadas, tercera edad, discapacitados y madres con niños pequeños.
En el inicio de toda cola se forman conflictos, empujones y hasta golpes les ofrecen a quienes no dejen pasar a los bachaqueros, quienes pasan lotes de cédulas a los dueños para que le armen los combos.