En el año 1651 el filosofo inglés Tomas Hobbes escribió un clásico político llamado El Leviatán.
En esta obra su tesis principal radica en la concepción antropológica negativa del hombre, ya que este autor considera que los seres humanos encarnan la figura de un lobo sanguinario, feroz y astuto, capaz de devorar a su semejante si no tiene un control superior del Estado el cual es simbolizado por “una serpiente de siete cabezas y cuerpo escamoso” -Leviatán- omnipresente, que frena las pasiones naturales.
Luego otro filósofo de la misma nacionalidad llamado John Locke, riposta esta postura hobbesiana con sus temas liberales.
Sostiene claramente una concepción antropológica positiva del hombre describiéndole como un ser eminentemente racional, capaz de competir entre sí mismo, generando como producto un orden que favorece al colectivo.
Estado comunista vs. Estado liberal
Partiendo de estas dos posturas, una que enaltece las bondades del hombre y otra que prácticamente lo sataniza, se ha dado origen a los tipos de Estados ideológicos: El Estado comunista, que considera que los medios de producción no deben estar en manos de los privados o particulares porque estos son incapaces de ser justos y equitativos en la distribución de las riquezas, y que apunta a la necesidad de controlar todas las actividades de los ciudadanos con una economía planificada y totalmente rígida; y por otro lado El Estado liberal que, luchando contra las monarquías, le otorga una preeminencia al hombre, considerándolo altamente capaz e ilustrado para producir y distribuir sus propios bienes sin necesidad de la presencia absoluta de un ente que le ponga una camisa de fuerza a sus iniciativas.
Como ustedes leen, son dos posiciones muy extremas y antagónicas, por eso en tal sentido surgieron otras tipologías estatales intermedias, donde destaca El Estado social del mercado, el cual a pesar de que acepta
que los medios de producción estén en manos de los ciudadanos y “el dejar hacer y dejar pasar” del mercado actúe, existe un conjunto de regulaciones e intervenciones para corregir los efectos perversos de la economía capitalista que muchas veces excluye a sectores vulnerables de la población que no tienen las mismas oportunidades para competir, y por tal razón deben ser auxiliados con medidas compensatorias como los programas sociales para tratar de brindar un equilibrio.
Orden social
Ahora, luego de hacer esta superficial descripción de estos tres tipos ideales de Estados, vale la pena preguntarse: ¿Cómo hacen estas instituciones para garantizar un orden social? Conceptualizado el orden
social, según Robert Dowse, como “el proceso por el que las interacciones de los miembros de grupos sociales se convierten en modelos estables en el tiempo”. Como una suerte de estabilidad que va y viene
como bicicleta de payaso en constante equilibrio, pues según este famoso sociólogo político y otros de sus colegas los hombres obedecen al Estado por varias razones que trataremos de explicar brevemente a
través de estas teorías: Teoría de la Coacción:
Establece claramente que el ciudadano se somete por la amenaza potencial del uso de la fuerza que tienen las estructuras públicas a través de sus poderes, fuerzas armadas y policías que reprimen cualquier
comportamiento que califiquen de irregularo anómico -fuera de norma-.
Teoría de la Competencia:
Se sustenta en la idea de que los ciudadanos, compitiendo entre sí por intereses propios, son capaces de producir un tipo de concordia que lo hacen vivir en una armonía conveniente, cuando cada quien desarrolla su oficio, ejerce su profesión o realiza sus negocios.
Teoría del Consenso de Valores:
Identifica al orden social como la consecuencia de la unión de los ciudadanos basados en compartir valores, creencias, actitudes y códigos que le permiten tener un perfil común y un respeto por las autoridades e instituciones (legitimidad) establecidas, convencidos de que el Estado no arremete
contra su cotidianidad y forma de vida.
Viniendo a nuestra patria a los efectos de utilizar estas teorías, aunque hay muchas más, surgen varias interrogantes: ¿El orden social se mantiene por miedo de los ciudadanos a las actuaciones violentas del Estado monopolizador y controlador? ¿Se origina porque en nuestro querido país los ciudadanos desarrollan con plena libertad sus roles? O ¿el orden social en nuestra “pequeña Venecia” está garantizado porque la mayoría de nosotros nos identificamos con las creencias, valores y actitudes que
promueve el Estado a través de sus instituciones?
La respuesta hay que reflexionarla, pero lo que sí es seguro según los expertos, es que ninguna estabilidad puede garantizarse para siempre con el uso exclusivo de la fuerza o coerción.
¿Reaccionaremos como lobos feroces ante el Estado agresor? O ¿seguiremos
siendo mansas ovejas? Amanecerá y veremos…!