Ha muerto nuestro Pedro León Zapata. Se marchó con la sorpresa que causan los personajes que se transforman en millones de voluntades, no importa en la idea donde concurran sus huesos. Lo medular del asunto es que se van haciendo columnas de una conciencia que se engrandece con el paso del tiempo. La caricatura no solo era la opinión detrás de figuras amorfas con la yuxtaposición de representar una visión de un tema. Era también la militancia en el pentagrama de la decencia indeclinable. La honradez para servirles a todos desde la óptica de un artista consumado. Un hombre de familia que logró granjearse el cariño de muchos que lo respetamos aún desde el sincero anonimato, que muchas veces es más franco que el halago interesado con sabor hipócrita. Crecimos con la admiración por el hombre al cual no tuvimos la dicha de conocer, pero con quien compartimos su visión de demócrata a carta cabal.
Jamás perdió la autenticidad que lo aproximó al sentir de un colectivo que siempre ha creído que la libertad de pensamiento comienza cuando se puede debatir con aquel que piensa distinto. Por eso su éxito al saber comunicar una idea. Nunca fue un caricaturista más que colmaba un espacio en un periódico con la tradición histórica del suyo. Logró darle una dimensión extraordinaria a su labor como intelectual al punto de llenarnos de grandes valores para la vida. Hizo de su trabajo una gran convocatoria nacional para darle honra al pensamiento como motor liberador del hombre. Trazó con magia imperecedera al país variopinto que somos. En alguna borrasca de su talento artístico pudo concebir a la libertad como la azarosa empresa de los pueblos que desafían al talante del omnipotente. Es increíble como supo reinventarse cada día a través de sus caricaturas; suerte de sendero por donde miles de venezolanos encontraron la luz en medio de las penumbras.
Muchas administraciones pasaron por sus caricaturas. Seguramente este experimento trasnochado de revolución analfabeta hizo que sus trabajos se hicieran mucho más fáciles. ¿Acaso el régimen que padecemos no es en sí mismo una caricatura? Por supuesto, sin el talento de Zapata, pero con las deformaciones aterradoras que han caracterizado al gobierno de turno.
Quizás uno de los mejores homenajes que recibió el genial artista fue el silencio gubernamental ante su muerte. Para los ignaros quien piensa diferente es una peste bubónica, cuando la inteligencia se asoma para encender una luz; la mediocridad se hunde en su ciénaga para perpetuarse en la fetidez que despiden. Fue mucho mejor que no le guardaran honra en la Asamblea Nacional. Eso de regodearse de tanta miseria humana, no era digno para con un hombre que hasta el último momento combatió la inmoralidad creciente que impera allí. Escenario en donde rindieron pompas fúnebres ha tanto desalmado al que le daban el título de héroe de la patria…
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