Dice Jorge Giordani que Venezuela es el hazmerreir del mundo. Sobre esta frase podemos hacer muchas derivaciones y aplicar su contenido a situaciones diversas, como por ejemplo la paradoja gubernamental que mientras habla de amor y de solidaridad socialista emite normativas militares que autorizan matar estudiantes, como fue el caso de Kleivert Roa.
Pero si unimos a lo dicho por Giordani el simpático mensaje oficialista del Bájale Dos, tenemos la ópera perfecta donde matan a todo el mundo entre canto y canto mientras que el público aplaude el montaje de las tragedias representadas en el escenario.
Pero lamentablemente en la tragedia que vivimos en Venezuela ninguna de las víctimas de la violencia puede levantarse del suelo para recibir los aplausos de los espectadores. Sus muertes son entonces una cruz de miedo y rabia que de alguna forma debemos convertir en fuerza espiritual para salir de la crisis circular que nos ha domesticado el alma en tiempos de esperas interminables.
Debemos así bajarle dos al pesimismo y ponernos en marcha camino a la reconquista de una democracia donde la palabra no sea un delito y la protesta no sea calificada como un magnicidio. Tenemos que motorizar los anhelos dormidos y fusionarlos con la inteligencia creativa para avanzar con paso firme hacia la luz pequeña pero nítida que señala el final del túnel.
Para bajarle dos a la incertidumbre primero tenemos que canalizar las emociones hacia un análisis situacional que nos ubique con claridad dentro de la crisis que vivimos. Intentemos a este respecto algunas reflexiones básicas:
La primera y más importante crisis que tenemos los venezolanos es pensar que la política es un torneo de confrontación de masas populares y no un escenario de conciliación de ideas y proyectos nacionales. En un país donde el suministro de agua y electricidad es caótico, donde hay un déficit crónico y cada vez más grave en producción de alimentos, donde el sistema de salud está colapsado y la inseguridad cobra más víctimas que en países o territorios donde se libran guerras con ametralladoras, misiles y tanques, nosotros mantenemos torneos verbales para ver quién es más duro e implacable con el adversario político.
El problema se agrava porque quienes nos gobiernan desde hace quince años piensan que las elecciones son un juego de barajas en el cual quien gana toma todo el dinero y lo gasta como quiere, además de burlarse de los perdedores, como suelen hacer en el oriente venezolano los jugadores de Truco. De esta forma sin importar lo que opinen y sientan muchos venezolanos insisten en desconocer la piedra angular del sistema democrático; el equilibrio, el respeto y tolerancia que merecen los perdedores.
De esta forma nos encontramos con un gravísimo problema coyuntural o en el zenit de un problema histórico o estructural: No tenemos una dirigencia política dentro del sector oficial que sepa hacer frente al escenario de conflictividad social, económica y política que vivimos. Por ello las elecciones parlamentarias de este año son la salida más viable para la crisis porque pueden dar paso a un reacomodo de la balanza de poder institucional y así ser el inicio de una transición pacífica.