Cuentan que Víctor Hugo cuando tenía invitados a almorzar, tenía la costumbre de poner una silla vacía con la siguiente inscripción: “Los ausentes están aquí”. A algunos les parecía una extravagancia, pero todo el mundo se dio cuenta del sentido del aviso: que los comensales debían ser prudentes en sus palabras como si los ausentes estuviesen escuchando.
Es muy noble hablar bien de los demás en su ausencia y tener el coraje de decirle con cariño, a solas, lo que uno considera que no ha hecho bien. Es una fraternal ayuda.
En una fiesta cuando hay un grupo de señoras departiendo y es la hora de irse, ninguna se quiere despedir de primera, porque sabe que las que se quedan, después de su marcha la destrozarán con la lengua. Y entre los hombres pasa lo mismo.
La lealtad es una virtud que se aprende en la casa, cuando los padres evitan la crítica mordaz de algún amigo. Los muchachos, al ver esos ejemplos, se acostumbraran a hacer lo mismo.
El Visconde de Choiseul tenía fama de insultar a los demás al escribir. Un día. Madame de Stäel se dirigió al Visconde en estos términos: -Hace mucho tiempo que no le veía, señor de Choiseul. Replicó el noble: -¡Ah señora es que he estado enfermo! -¿Gravemente, señor? –A punto de morir envenenado. Y la escritora, -que tampoco se andaba por las ramas-, le contestó: -¡Sin duda, habrá sido por haberse mordido la lengua!
Se cuenta de una mujer que fue a confesarse con San Felipe Neri y se acusó de faltar frecuentemente en hablar mal de los demás. El santo le mandó como penitencia ir al mercado, comprar un ave con plumas e ir arrancando, una a una, todas las plumas por el camino, dejándolas caer al suelo.
La mujer cumplió lo que le mandaron, aunque le parecía tonto. –Ahora, añadió el confesor, vuelva usted por el mismo camino, recoja todas las plumas y me las trae. La mujer contestó: -Pero padre, ¿qué dice usted? Sabe bien que es imposible. El viento se las habrá llevado todas. Entonces San Felipe le explicó el por qué de la penitencia: Tiene razón, Jamás podrá recoger ni retirar las palabras infamantes que ha lanzado al viento contra el prójimo. Han pasado ya de boca en boca, y van haciendo un mal incalculable.