Cierro en reposo casero una semana intensa de trabajo hasta el sábado a mediodía. Paseo después de almuerzo por el fresco hatillano con mi esposa, mi hijo y nuera y mi nieta. Ella es una medicina muy recomendable, en la que nunca hay sobredosis. Lo sabe todo abuelo o abuela ¿No es cierto?
El domingo desde temprano, nunca aprendí el arte de levantarme tarde y creo que ya es tarde para empezar, devoré un maratón de películas. Almas frías protagonizada por Paul Giamatti en el papel de sí mismo, La relación especial que pone la lupa en vínculo entre Tony Blair y el Bill Clinton, y En la tempestad, cuyo actor principal es el liderazgo indomable de Winston Churchill, tema de mi predilección. Tiene la política en el alma, dirá alguno, pero la verdad es que le pongo el alma a la política. Solo interrumpí para atender la llamada de un alcalde amigo cuando pasé a revisar el celular. Me invita a hablar en su municipio el Día del Libro. Intentaré seriamente complacerlo.
La semana a partir del lunes 2 es de dos días caraqueños de clases y reuniones, y un viaje de trabajo al exterior en el que me encuentro. Me preparaba para ella al final de la pasada que fue exigente como todas y dura en novedades ingratas, entre las colas que la escasez multiplica y la inflación que deshace el ingreso de las familias, sobre todo las más pobres. Dominada noticiosamente por la muerte absurda e inútil del joven Kluivert Roa en San Cristóbal y por la preocupación mundial que la situación de nuestro país genera. Hasta el viernes habíamos recibido setenta y cinco pronunciamientos de organizaciones políticas, internacionales, parlamentos, ONGs, personalidades e incluso gobiernos que se sintieron en la obligación de traspasar la distancia que la diplomacia prescribe. Lo del alcalde Ledezma ha sido demasiado, lo mismo las amenazas al diputado Julio Borges, porque ellas no brotan de la nada sino que vienen a sumarse a un cuadro de intolerancia, persecuciones, y un discurso oficial crecientemente descompuesto y agresivo. Además de mis clases, estuve también en Valencia, Carrizal y tres barrios petareños.
Transición no es palabra subversiva ni idea sediciosa. Lo que sí es inconstitucional es que un gobierno se crea eterno e inmutable y una propuesta política irreversible. Inconstitucional e irreal, por contrario a la naturaleza humana y al sentido común. Los que han hablado de transición al socialismo, y se comen la flecha de la Constitución, meten preso a quien firma un documento que plantea una transición política. Tamaña insinceridad es cinismo puro y solo esconde un descomunal temor a la libertad, que es miedo a la verdad y a la gente.
Firmemos o no documentos, y quien esto escribe no lo firma por sentido de responsabilidad política, queremos una transición pacífica en un cambio que sea democrático y constitucional, y por la vía electoral, la ruta que los venezolanos sabemos, por experiencia histórica, que evita traumas y amplia seguridades. Porque este pueblo no quiere sufrir, sino vivir y progresar en paz.
Y hablando de voto. Ahí viene el de las parlamentarias. No pienso desaprovecharlo. Por triunfos y fracasos hemos aprendido a perseverar en la lucha. Al fin y al cabo, como dijo Churchill en una de las películas que vi este domingo, “De eso se trata la Democracia”.