La situación que se está experimentando con el Sistema Hidráulico Yacambú-Quíbor, pese a las intervenciones públicas de algunos diputados, regionales y nacionales, así como de altos representantes del oficialismo, no ha cambiado nada durante los últimos días, señaló Carlos Eduardo Triana, especialista en obras hidráulicas graduado en la Universidad Soviética, con postgrado en presas altas (mayores de 100 metros de altura), con título en ingeniería civil con opción hidráulica revalidado en la Universidad Central de Venezuela, UCV.
Del anuncio del presidente de Corpolara, Luis Reyes Reyes sobre una solicitud de más dinero para la reactivación de tan importante obra hidrológica para el estado Lara, así como también para el resto del país, por el incremento de la producción agrícola que representa, nada se ha vuelto a decir, acotó.
-Una vez más la incertidumbre ronda sobre Yacambú. Ahora parece vivirse un estado de lenta agonía; se nota apatía en las fuentes de financiamiento y ya no se cuenta con la opción de créditos internacionales de la Corporación Andina de Fomento.
Desde el inicio de la obra, Triana hizo serias observaciones a la misma, calificándola como “una gran audacia” por los caudales que se pretendía trasvasar, de 9 metros cúbicos de agua por segundo.
Recuerda que para el 1973, se acrecentaron sus dudas sobre la factibilidad del ambicioso proyecto cuando se obviaron los estudios de suelos exigidos por la empresa suiza Electro-watt, Zurich para el inicio de la perforación del túnel.
A eso se agregaría el que, en 1974, se rescindió el primer contrato a la primera empresa debido a que sólo perforó el 8% en el 55 % del tiempo previsto, registrando un rendimiento de apenas 20 metros lineales por mes con la utilización de los llamados topos.
Entonces se calculó que, de seguir ese ritmo, la perforación del túnel se terminaría en 50 años.
Ya en 1979, siendo director regional del Ministerio del Ambiente, refiriéndose al mismo, afirmó que, “cada metro de tierra perforado en el túnel de Yacambú es una incógnita”.
Para 1988, cuando faltaban por perforar 15 mil 533 metros y reconstruir 1.613, consideró imposible ejecutar la obra en 6 años, como se había prometido.
Para 1997 se habían invertido 450 millones de dólares y la empresa SHYQ calculaba que faltaban 182 millones para concluir.
El ingeniero Triana recuerda que a cada observación que hacía recibía el calificativo de tira piedra y hasta de deshonesto.
En agosto del 2008, luego de 31 años de trabajo, y siete períodos presidenciales constitucionales, se encontraron los dos frentes del túnel, pero seguía siendo pesimista, concluyendo que, “al agua de Yacambú todavía le queda una larga ruta para llegar a Barquisimeto e iniciar el riego del Valle de Quíbor”.
Triana siempre ha considerado Yacambú como un proyecto muy audaz, con mucho riesgo por las presiones que debe soportar la presa (160 toneladas por metro cuadrado), y los 450 millones de metros cúbicos de agua que debe acumular.
Además, cree es peligroso someter la presa al máximo de las presiones por las altas probabilidades de falla y derrumbe de los empinados taludes del vaso de almacenamiento.
Además, considera, faltaría mucho para comenzar a disfrutar del agua de la presa pues para su llenado en un año se requieren unos 170 metros cúbicos por segundo y el río que le surtirá sólo suministra 10.
“Arribamos al 2015 con cada vez menor información, pero con algunas noticias desalentadoras, como el cese del financiamiento por parte de la CAF, que, de paso, deja al SHYQ huérfano de supervisión técnica y auditoría financiera, además de limitar la participación de empresas calificadas”.
El experto en hidrología no es nada optimista sobre el futuro de esa nueva fuente de agua porque, “ahora a las obras que estaban por concluirse se le suma la reparación del túnel en su tramo central, proyectando la fecha de puesta en servicio a una fecha incierta, que implica por lo menos un quinquenio, o en el mejor de los casos para culminar las obras y otro quinquenio para producir el llenado y el ajuste del embalse, la prueba definitiva para el sistema”.
Carlos Eduardo Triana se hace algunas preguntas y consideraciones sobre el sistema.
¿Con qué caudal, definitivamente, contamos para llenar los 450 millones de metros cúbicos del embalse luego del proceso deforestador ocurrido durante medio siglo?.
¿Cómo se comportan las obras de concreto al ser presionadas luego de ser sometidas a condiciones de abandono por tantos años a sabiendas de que debe garantizarsze ante todo la seguridad de los ribereños de aguas abajo, dentro de los cuales se ubica Acarigua?
¿Se lograrán conciliar los múltiples intereses aparecidos alrededor de las aguas a ocupar por las aguas?
La prepotencia y la falta de visión nunca se permitió que otras opciones para traer agua de Yacambú se desarrollaran, para ser llevadas hasta nivel de un proyecto y que hoy serían usadas como un plan B, puntualiza.
El silencio impera. Muchas denuncias sobre manejos irregulares de los recursos llevados a las instancias judiciales al parecer no son diligenciados y los señalados ni siquiera se toman la formalidad de aclarar los hechos a la opinión pública, agrega.
Quienes hemos hecho observaciones al proyecto, después de haberse “invertido” más de un millón de dólares, no podríamos simplistamente, proponer un “borrón y cuenta nueva”, más bien, que un equipo técnico calificado analice profundamente la situación para lograr la ruta crítica definitiva que permita abrir el grifo en Barquisimeto y consumir el agua tan deseada y añorada por medio siglo, o en su defecto, proponer las alternativas que permitan abastecer a la querida capital larense y al Valle de Quíbor del agua para el futuro, afirma Carlos Eduardo Triana.
Considera necesaria la movilización de toda la sociedad larense, no sólo de un grupo, para garantizar los aportes económicos indispensables a fin de que los trabajos en el túnel se reinicien, contratando a empresas calificadas técnicamente, que puedan garantizar los mismos y por ende la terminación segura del proyecto.
