Hace poco un inteligente ex-ministro del desaparecido comandante escribió al actual mandatario venezolano sobre el continuo desgaste del llamado «proceso revolucionario», comentando que el tiempo trabaja en contra del grupo que hoy sustenta poder político.
Su alerta revive el símil de la famosa rana que nada apacible en una piscina que se calienta paulatinamente. No salta para salvarse, pues no percibe el lento proceso que termina guisándola.
Esa historia suele aplicarse -recordando experiencias pasadas- a víctimas de un creciente entorno totalitario, que creen poder sobrevivir sin percibir que éste poco a poco les va cocinando. Pero en éste caso el proceso va en sentido contrario.
En el actual entorno mundial las verdaderas ranas que nadan en medio de constante ebullición son regímenes empecinados en luchar contra toda realidad, aferrados a doctrinas anacrónicas que chocan con el sentido común, la lógica, e inmutables leyes económicas y sociales.
Esos gobiernos, en general fabricados por caudillos megalómanos (como Hitler é Idi Amin Dada), comparten el empecinamiento de vivir sus propios mitos en materia de historia, economía, sociología y análisis del entorno. Construyen quimeras de fantasía utópica que se vuelven infernales, y elaboran libretos crecientemente inverosímiles y repetitivos, a base de medias verdades y fábulas.
Algunos seguidores creen a pies juntillas sus «realidades» y otros las aceptan por conveniencia, montando especies de religiones que no resisten la menor desviación en su ecolalia porque al fallar cualquier componente se derrumba todo el castillo de naipes.
Contra su burbuja fantasiosa revienta cualquier argumento racional o análisis con visos de objetividad. Su conducción es una permanente fuga hacia adelante, un continuo inventar de enemigos é historias descabelladas para evadir la realidad.
Su duración depende del carisma de un caudillo, del monto de recursos, o de simples accidentes del entorno, como errores de adversarios o tolerancia y pasividad en la comunidad global. Cuando fallan esos factores su existencia entra en barrena degenerativa.
Si pasa en países de peso como Alemania y Japón y se vuelven amenaza global, el entorno los combate activamente. Pero los países de menor trascendencia constituyen meros casos de laboratorio, comodín de las potencias, hazmerreír y horror de sus vecinos, y tragedia para sus propios habitantes.
A la postre ninguno escapa la gran piscina de realidades planetarias -muy parecida los molinos de Dios- que cuece lento pero implacable: Están atrapados y sin salida.