El ataque con arma blanca que lesionó la víspera al embajador estadounidense en Corea del Sur es el acto más reciente de violencia política en un país profundamente dividido, donde algunos manifestantes retratan sus causas como cuestiones de vida o muerte.
Las cortadas que sufrió el enviado Mark Lippert en el rostro y un brazo fueron un ejemplo extremo, pero no es la primera vez que algunos surcoreanos demuestran su furia contra Estados Unidos por su papel en la turbulenta historia moderna de las dos Coreas.
Washington, que respaldó a Corea del Sur durante la Guerra de Corea de 1950-1953 contra el Norte comunista, aún tiene unos 30.000 soldados en el país y realiza ejercicios militares anuales con Seúl. Según algunos activistas antiestadounidenses, eso es un obstáculo importante para su objetivo de la posible reunificación de las dos Coreas.
La supuesta injerencia de Estados Unidos en los asuntos coreanos parecía ser la queja principal del agresor que la policía identificó como Kim Ki-jong, de 55 años, quien tiene un largo historial de protestas contra Estados Unidos.
«Corea del Sur y del Norte deberían reunificarse», gritó Kim mientras atacaba a Lippert con un cuchillo de 25 centímetros (10 pulgadas), dijeron testigos y la policía.
El ataque dejó una herida en el rostro de Lippert desde abajo del pómulo y que se extendió en diagonal por la mejilla hacia su mandíbula.
Los médicos necesitaron 80 puntos para cerrar la herida que sufrió el diplomático en el rostro, que medía 11 centímetros (poco más de 4 pulgadas) de largo y unos 3 centímetros (poco más de 1 pulgada) de profundidad, dijo a los periodistas Chung Nam-sik, portavoz del hospital Severance. La cortada no afectó los nervios ni las glándulas salivales del embajador, añadió.
Lippert, de 42 años, también fue sometido a una cirugía en el brazo para repararle tendones y nervios dañados. El jueves se encontraba fuera de peligro en el hospital.
Cerca de nueve horas después del ataque, Lippert tuiteó que se «sentía bien y de muy buen humor» y que volvería «lo antes posible» a su trabajo para promover la alianza de Estados Unidos y Corea del Sur.
Luego del ataque, varios medios mostraron imágenes donde Lippert aparecía aturdido, mirando su mano izquierda cubierta de sangre y sosteniendo la derecha sobre un corte en el lado derecho de su rostro, con la corbata rosada salpicada de sangre.
El Departamento de Estado condenó el ataque, el cual ocurrió en un centro de artes escénicas en Seúl cuando el embajador se preparaba a presentar una conferencia sobre las perspectivas de paz en la dividida península de Corea.
Técnicamente, la guerra sigue en marcha porque terminó con un armisticio, no un tratado de paz.
Algunos surcoreanos creen que la presencia de 28.599 soldados estadounidenses estacionados en el país, como disuasión a Corea del Norte, es un motivo para que prosiga la división en la península, separada en dos estados por la frontera más fortificada del mundo. La maquinaria de propaganda norcoreana plantea esa posición a menudo en los medios estatales.
Varios grupos civiles conservadores tenían previsto celebrar marchas el jueves para condenar el ataque al embajador.
Lippert se convirtió en embajador el año pasado y ha sido popular durante su estancia en Seúl. Su esposa dio a luz ahí y la pareja le dio a su hijo un segundo nombre coreano. Lippert fue asistente de la Secretaría de Defensa para Asuntos Asiáticos de Estados Unidos y un asistente en política exterior del presidente Barack Obama cuando éste fue senador federal.