A propósito de la celebración de las elecciones parlamentarias nacionales en ciernes, es importante hacer unas consideraciones sobre el sistema electoral aprobado en 2009 y configurado en la Ley Orgánica de Procesos Electorales (LOPE) de plena vigencia en nuestros días.
Para Dieter Nohlen, teórico alemán especialistaen sistemas electorales, “las elecciones representan el método democrático para designar a los representantes del pueblo”.
Siendo así que subrayamos nosotros, las elecciones constituyen la base del concepto democrático ya que los líderes políticos de un país deben ser designados mediante elecciones. Este enfoque establece la relación definitoria directa entre las elecciones y la democracia. Sin elecciones, sin la abierta competencia por el poder entre las fuerzas sociales y agrupaciones políticas, no puede haber democracia. Las elecciones son la fuente de legitimación del sistema político y para ello, desarrollar elecciones tiene que ser profundamente democrático de acuerdo al método técnico que se utilice para llevarlas a cabo, para que efectivamente representen lo que exprese la voluntad popular.
Hacemos mucho énfasis en esto en virtud de aclarar que la democracia no acaba con la dominación política, pero intenta controlar mediante la división de poderes, la vigencia de los derechos humanos, el derecho a la opinión y la oportunidad de la oposición de ser Gobierno. Y es aquí donde el parlamento,
o fuerza legislativa, se constituye en un elemento esencial de control político. Pero para ello, naturalmente, tiene que estar constituido por la variedad de fuerzas políticas y sociales que hacen vida activa en el país. Aquí se establece la gran importancia de tener un método electoral cuya utilización permita que esa variopinta multiplicidad de criterios y pensamientos políticos, refleje lo más exhaustivamente posible, la realidad de la nación. Por eso, el método electoral utilizado para la escogencia de representantes de órganos colegiados debe tender más hacia la proporcionalidad y no hacia el fortalecimiento de mayorías.
Sistemas mayoritarios versus sistemas proporcionales
En el mundo existen dos grandes tipos de sistemas electorales. Los que tienden hacia métodos mayoritarios y los que tienden hacia métodos proporcionales. Cuando hablamos de mayorías nos referimos a que gana quien más votos saca, independientemente que sea por carácter simple o amplio. Estos métodos son utilizados con más frecuencia cuando se vota por funcionarios ejecutivos, es decir, presidentes, gobernadores, alcaldes.
Algunos países lo hacen a una sola vuelta y por mayoría simple como es el caso de Venezuela, otros lo hacen a doble vuelta o tanda y exigiendo mayorías más calificadas o amplias para darle carácter de mayor legitimidad a quienes sean electos y gocen del favor popular en un momento determinado.
Es el caso de Brasil, Colombia, Costa Rica, Perú, entre muchos otros. Cuando se trata de elecciones para órganos colegiados (parlamentos nacionales, estadales o locales) la tendencia ha sido siempre utilizar métodos que tiendan hacia la proporcionalidad en vista que no se está votando por una sola persona sino por un grupo de personas que teóricamente se supone deben representan todas las tendencias ideológicas presentes en la nación. Proporcionalidad en términos matemáticos significa que si tienes un respaldo popular del 45 por ciento, esto se traduce en una cantidad de parlamentarios que se asimile lo más posible a ese porcentaje de votación y respaldo que obtienes. Si una agrupación política recibe un respaldo
del dos por ciento, se supone también que debe tener una representación parlamentaria en esos términos. Obviamente es imposible que sea exacta porque matemáticamente no existe ningún método electoral que sea exhaustivo, pero la tendencia global es que sea lo más aproximado posible.
El sistema venezolano actual
El sistema venezolano aprobado en 2009 y plenamente vigente, en lo que se refiere a procesos comiciales de órganos colegiados rompe la tendencia global hacia la proporcionalidad y además contraviene el principio constitucional que lo consagra. Es decir, se distorsiona la proporcionalidad en favor del método de mayorías. Esto produce el fenómeno conocido técnicamente como “sobrerrepresentación” y no garantiza que las minorías se conformen y tengan una representación justa en el parlamento. Esto
genera como consecuencia política un reforzamiento de la polarización y el manejo político exclusivamente por bloques situacionales grandes. En conclusión no es el sistema ideal. Pero obviamente, al estar establecido en el ordenamiento jurídico es por el cual nos regimos. Y frente a ello, un manejo estratégico
coherente permite impedir algunas de sus distorsiones. Pero en algún momento tendrá que reformarse, solo que no puede hacerse esto en épocas pre-electorales o electorales porque a todas luces se hace para favorecer a quien tenga una mayoría en el momento.
Es una discusión pendiente que debe darse alejada de pasión política y soportarse más bien, en pasión técnica.
