Salvador Pániker y su Diario de Otoño

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Recibo alborozado Diario de Otoño (Mondadori, Barcelona 2013), el más reciente libro –dedicado y finamente editado– de mi admirado amigo Salvador Pániker. Sobre el autor la crítica especializada señala que es la inteligencia en estado superlativo, yo añadiría que es también la emoción en estado máximo.

Los dietarios, los diarios personales, las anotaciones personales, las confesiones descarnadas, las reflexiones cotidianas, que Pániker ofrece a sus lectores ponen al descubierto a un hombre a quien lo humano no le es para nada ajeno. El ensayista en las tantas páginas escritas desde su Primer Testamento en 2002, desvela lo insondable y revela lo oculto. Pániker no coloca mamparas, pantallas, bastidores, para desnudar su intelecto y su corazón; el autor confiesa sin tapujos ni melindres que reza, ama, llora, admira, crítica, ataca, llora, defiende, sufre, se divierte, comparte con los amigos, oye música, se enferma y toma medicinas, en fin, que es todo a la vez: padre, hijo, esposo, amante, abuelo, catalán e indio, defensor de la eutanasia, editor exitoso, amigo y ciudadano, escritor por derivación y ahora por necesidad.

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Diario de Otoño recoge y actualiza las sempiternas reflexiones de Salvador sobre la mística, la fe, la religión, de la trascendencia, sobre su Dios–cómplice. Reitera también su admiración y respeto por algunos escritores que han influenciado su pensamiento, en especial por Edgar Morin: “En todo caso somos hermanos” sentencia. La defensa de la eutanasia es otro tema que ha demandado la atención de Pániker, y al que le ha dedicado días de actividad y largas páginas de apoyo y solidaridad. La retroprogresividad también se hace presente en los caviles de este filosofo que acuñó el término para beneficio de aquellos que creemos que somos una mezcla de lo progresivo y de lo regresivo.

JX ocupa un lugar privilegiado en la emoción del escritor, no lo esconde, lo publica: “Ella es ella, consistente, real; no sólo es mi amante puntual, sino que es ella, perenne, grácil y, últimamente, ya un punto envejecida; es ella, tan rápida y tan lista, con su cabello de menina, ese color sosegadamente castaño, sus ojos de avellana, su bellísima sonrisa; es ella, ya un ser muy conocido y re-conocido”.

Sin embargo, no todo es felicidad y jolgorio en este nuevo dietario de Pániker, el viernes 18 de diciembre de 1998, Salvador sollozante escribe: “El ser más querido en este mundo ya no está. Desde hoy al mediodía ya no está”. En virtud de está dolorosa, punzante y desoladora realidad de la muerte de su hija, Salvador concluye este nuevo dietario, confirmando una cruel verdad:
“Mi hija Mónica ya no está. Yo sigo provisionalmente vivo”

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