“Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrante…” (Marcos 9, 2-3)
Jesús, les manifiesta que es necesario el paso por el sufrimiento y la muerte para poder resucitar y ser glorificado. Cristo elige como testigos de su transfiguración a aquellos que participaran también más públicamente en su Pasión: Pedro, Santiago y Juan.
Dios manifiesta su presencia en medio de la nube de fuego, pero también ante Moisés y Elías. Esta escena muestra a Jesús transfigurándose y manifiesta así “La Gloria de Dios”.
Por supuesto esta gloriosa presencia, evoca un santo temor, pero a su vez hace expresar a Pedro un gozo inmenso al contemplar el poder de Dios, en medio de aquella experiencia extraordinaria.
Allí aquellos elegidos fueron testigos de la Gloria de Cristo, quien es el Hijo predilecto; así el Salvador quiere preparar a sus colaboradores más inmediatos, a fin de que cuando llegue la prueba, su muerte se vea como una senda necesaria hacia esa Gloria.
Por eso vale la pena escuchar y seguir al Hijo de Dios, a cualquier costo. Por cuanto la palabra que retumba en la Nueva Alianza, expresa una nueva Ley, que dice relación al Mesías como Siervo de Dios y nuevo Moisés (Dt 18, 15).
La transfiguración, testifica públicamente la Revelación de Jesús mismo, como Dios y Hombre, paciente y glorioso, cuya Muerte y Resurrección cumplirán las Profecías Mesiánicas.
Esta evidencia anticipada de la Gloria de Cristo, tenía entre otras finalidades el fortalecer a los discípulos, cuando se presentase la gran experiencia de la Cruz, como un aparente fracaso.
Pues bien, los cristianos injertados en Cristo por el Bautismo, estamos llamados a una transformación personal, en madurez, desde la fe.
Por ello, uno de los aspectos en los cuales debemos seguir modelando nuestras vidas es a través de la valoración de nuestra religión. Esto quiere decir proponernos libre y decididamente conocer nuestra doctrina católica, buscar afianzarnos profundamente en Dios, por medio de sus criterios y valores expuestos en los Evangelios, explicados por el magisterio de la Iglesia.
Es necesario transformarnos en convencidos creyentes, conscientes de que Dios es Padre Bueno que comprende, exige, ama, pero que nunca nos abandona, seguro de que los seres humanos pueden ser imperfectos y débiles, pero que ese Dios jamás falta, su lealtad es permanente.
Él no defrauda, por el contrario, cada día nos extasía con sus bondades y delicadezas.
Así no achacaremos jamás a Dios las enfermedades, fracasos, muertes de los niños, miseria, injusticias sociales, ya que todo ello es producto del pecado de los hombres y no expresión de un Dios que se goza con el sufrimiento de sus hijos. Por el contrario, es nuestro Dios alguien que muere en una cruz injustamente, acompañando a todos los que sufren y desean su recuperación, resurrección, y gloria permanente.
Él es la bondad por excelencia, no puede por esencia querer el mal de sus criaturas, ya que dejaría de ser lo que es: “Amor Pleno”.
Él prefiere respetar la libertad humana, aún cuando se abuse de ella, cayendo en el mal, antes que imponer despóticamente sus criterios, quizás sin errores, pero teniendo como criaturas sólo esclavos, jamás personas, ni mucho menos hijos.
Por eso transformémonos en seres humanos, que con la Gracia Divina y por propia voluntad, sepamos cada día vivir de la fe en Dios.
Que Él sea nuestro baluarte, nuestro refugio, nuestra seguridad, nuestro impulso consciente de que si
Dios está con nosotros y nosotros con Él, todo lo podemos.
Que nos transfiguremos en asiduos estudiosos de nuestra fe cristiana.
Que logremos por convicción, ser personas de profunda oración y contemplación; que hablemos íntimamente con el Señor. Que nos esmeremos en ser mujeres y hombres de oración sincera, no para que nos vean, sino persuadidos de que nuestra vida verdadera es Dios.
Para que nada nos “turbe, ya que a quien Dios tiene nada le falta… sólo Dios basta”, como dijese esa gran creyente, que habló de lo que vivió, Santa Teresa de Ávila.
Que lleguemos a una conversión poco a poco y ocultamente sin cacareos farisaicos, y nos transforme en personas que vayan venciendo la codicia, distinto al espíritu de superación, que aniquilemos el mal carácter, el mal trato a los otros. Como también enfrentar como creyentes responsables, el alcoholismo, los excesos, la glotonería, la gula, la drogadicción, la prepotencia, el robo, el crimen, la injusticia, la pereza, el populismo, la demagogia, el secuestro, la mentira, la corrupción pública y privada.
Hay que transformar una falsa democracia de cogollos, o de dictadura de partidos, en democracia verdadera y que atienda a las grandes mayorías, muchas veces humilladas y engañadas.
En fin, tratemos de buscar los caminos de la ética y de las virtudes cristianas. Si vamos en esta dirección estamos en cuaresma.
Porque vamos muriendo con Cristo, al mal, pero a la vez, vamos resucitando con Él, al bien y a la salvación.
Animémonos todos, ya que Cristiano es aquel que además de ser discípulo de Cristo, impulsado por esta misma fe, es capaz de volver a empezar cada día, siempre con optimismo y esperanza, ya que nuestro Dios, es un Dios de Justicia, pero sobre todo es un Dios de Misericordia infinita.
Transfigurémonos en personas buenas, llenas de fe vivida.
Sintámonos y vivamos como auténticos hijos de Dios.
‘¡Abrid vuestro corazón al Señor!’
El Santo Padre ha invitado a la conversión a los miembros de las organizaciones criminales
Ciudad del Vaticano, 21 de febrero de 2015 (Zenit.org)
El Santo Padre ha invitado a la conversión «a los que han elegido el camino del mal y están afiliados a organizaciones criminales». «¡Abrid vuestro corazón al Señor! El Señor, «no se puede uno definir como cristiano y violar la dignidad de las personas». «Los que pertenecen a la comunidad cristiana no pueden programar y realizar gestos de violencia contra los otros y contra el medioambiente».
El Santo Padre ha subrayado que, al acoger a los más débiles, «vosotros habéis abrazado a Jesús sufriente y habéis sembrado la esperanza».