El trinar de los pájaros dejó de sonar por unos instantes. Luego el canto suave fue arropando poco a poco, hasta que se convirtió en la más hermosa de las melodías. Hace un año, el 1 de marzo de 2014, Elio Naccarella se cobijó en el nido de la inmortalidad.
El pajarólogo, titiritero, docente, ambientalista, artista y sobre todo alquimista de sueños, nos dijo adiós. Pero dejó entre nosotros el más valioso de sus legados: una propuesta artística que reconcilia al hombre con el ambiente, hace que voltee su mirada a la naturaleza, respetándola y conservándola, pero además recurre al juego, a la seducción, a los híbridos y a la fantasía como un recurso mágico que atrapa desde el primer momento.
Este italiano sembró sus raíces y amor por Venezuela. Más de 80 exhibiciones entre individuales y colectivas, formaron parte de un trabajo arduo que comenzó desde su ciudad natal Guardiagrele (Italia), y que desarrolló a lo largo de todo el país hasta llegar a Barquisimeto.
Llevó a cabo 19 Salones Nacionales de Arte Infantil y Pintura Motivada en Venezuela. En 1979 en Acapulco, México preparó a 20 niños escultores de Arena, en el Año Internacional del Niño, con la participación de 33 países. Un mural de 120 metros cuadrados que se encuentra en la ciudad de Menphis, Estados Unidos, fue el resultado de la asesoría de Elio Naccarella a 10 pequeños que lo elaboraron.
“Aprendí mucho de ellos y por eso mis obras se las dedico a los niños del mundo”, dijo Naccarella.
Recordándolo
Hoy sus familiares, amigos y personas del sector cultural recuerdan a Naccarella a través de una misa que se llevará a cabo en la iglesia El Roble a las 7:00 de la mañana. Está previsto, realizar una exposición en su memoria y para que la nueva generación de artistas que se forman, puedan conocer la propuesta de un verdadero creador.