El caos social y la intolerancia ante la disidencia o la dificultad han generado fuertes críticas entre los venezolanos, además del rechazo a los chistes y formas jocosas de encarar las críticas situaciones de la vida.
Ante esta división o distinción en la manera en cómo son encarados los problemas en sociedad, la psicólogo Eloisa Martínez, refiere que la decisión de hacer un chiste de lo que ocurre es un mecanismo de defensa propio del venezolano que impide presentar mayores niveles de estrés. No obstante, hay quienes creen lo contrario.
“La situación será la misma. La cola o la falta de dinero puede que continúen allí, porque dependen de las medidas que tome el gobierno, pero cada ciudadano tiene el derecho de afrontar los problemas como mejor le parezca y como menos le afecte”, comentó.
En este sentido, agregó que si bien no existen estadísticas sobre el número de personas que asuman una u otra posición, o cual de ambas sea la más favorable para la persona y su entorno, la manera cómo afecte la problemática al ser humano estará en su actitud, en si ve el vaso medio lleno o medio vacío.
Asimimo, advirtió que si bien es cierto que el sentido jocoso del venezolano es parte su cultura e idiosincrasia, existen escenarios en los que no es correcto hacer un chiste de lo que ocurre.
Citó la época de guarimbas en la que los ciudadanos se burlaban de los efectivos de seguridad. Comentó que estos malos comentarios se hacen frente a los niños y que, con el ejemplo, se les estaría enseñando a no respetar la autoridad.
Resultado histórico
Por su parte, el sociólogo Nelson Fréitez, apuntó que el mecanismo de hacer un chiste de todo lo que ocurre, es propio de la década del 40, y nace con el proceso de urbanización de la sociedad y bonanzas de la economía del país.
“Allí se formó un espíritu optimista, en el que si nos iba mal económicamente, luego subirían los precios del petróleo y nos iría mejor… Se creó un ciudadano que piensa que el futuro siempre será mejor”, comentó el sociólogo, quien indicó que este desenfrenado crecimiento de la sociedad comenzó a tener sus bajos en la década del 80.
Sin embargo, el ciudadano optimista del siglo XX, sigue creyendo que el país mejorará, pensamiento que no es ingenuo, sino que tiene una base material en la historia, destacó.
“Los chistes de los venezolanos, son formas evasivas frente a las dificultades, molestias y frustraciones, desdramatizadas”.
Asimismo, advirtió que el venezolano actual también cuenta con evidencia suficiente para pensar que las dificultades no son transitorias, por lo que algunos han optado por rechazar esta actitud, pensando que así no se asume la realidad tal y como es.
Refirió que existe un palpable deterioro de la calidad de vida y que se trata de un problema de fondo y estructura.
Agregó que los problemas de hoy no se atenúan con chistes, ni se “pasan con soda”. Se trata de un aprendizaje amargo, que por más optimista que se sea, dejará huella en el venezolano.