El 21 de enero próximo pasado, el ciudadano Presidente de la República presentó su Mensaje Anual ante la Asamblea Nacional y, más específicamente, la Memoria y Cuenta del año anterior, tal como lo exige nuestra Carta Magna.
Pudiéramos señalar que, en términos generales, su alocución no fue precisamente una Memoria y Cuenta sino más bien una narrativa de algunos hechos políticos que sucedieron en el año 2014.
No obstante, es importante señalar que en materia económica el Presidente reconoció por primera vez que la disminución de los precios del petróleo sí nos iba a afectar y que íbamos a atravesar una situación económica difícil, al mismo tiempo que manifestó que al menos durante dos años el precio del barril de petróleo no regresaría a los cien dólares.
Esta confesión de partes, como dicen los abogados, hay que reconocerla. Y lo hizo públicamente. Sin embargo, a pesar de esta sincera advertencia que debería haber encendido las luces de emergencia de su equipo económico, a renglón seguido y lejos de presentar un plan anticrisis y una restructuración
del presupuesto de gastos para este año, anunció un programa de expansión del gasto público, lo cual es contraproducente en una situación de crisis macroeconómica y alejado de cualquier precepto racional de
la teoría y de la política económica.
En este último orden de ideas debemos recordar que la política económica constituye un conjunto de decisiones que deben tomar las autoridades de un país, no sólo en el área cambiaria, como lo hizo el Presidente, sino también en el área monetaria, fiscal y productiva, entre otras variables macroeconómicas.
Esto se traduce en el hecho de que una decisión en cualquiera de estos sectores no tendrá el efecto deseado si no es acompañada de otras medidas en el resto de la economía. Y eso fue precisamente lo que hizo
el ciudadano Presidente de la República: anunció algunas medidas generales muy esperadas
por la población en el área cambiaria como si éstas pudieran solventar la crisis económica que estamos sufriendo los venezolanos y que no se originó en la abrupta disminución de los precios petroleros, como
el Presidente quiso hacer ver; y cuyos orígenes se remontan por lo menos a finales de año 2012, como tantos analistas económicos hemos demostrado en diferentes escenarios y en pretéritas circunstancias.
Si bien es cierto que el tema cambiario constituye un problema importante para nuestra economía y afecta a todos los sectores por igual, no menos cierto es que existen otros problemas probablemente tan preocupantes o quizás más graves y que han pasado a un segundo plano, pues se cree erróneamente que la vedette de la economía es la tasa de cambio, sin darnos cuenta de que esa variable es parte y parcela de un
tema mucho más integral y al cual debemos esforzarnos en discutir y enfrentar, como lo es la crisis macroeconómica que vive el país, que constituye, a mi juicio, el verdadero problema que nuestras autoridades deben combatir.
El haber liberado el anclaje cambiario y ubicarlo en valores cercanos al mercado paralelo es, sin duda alguna, una medida en la dirección correcta, pero lamentablemente es insuficiente si no se acompaña de otras decisiones en el área monetaria, fiscal y en la alicaída producción nacional.
Igualmente deberían tomarse otras medidas indispensables para el desenvolvimiento de este nuevo mercado, que creemos pudiera apuntar hacia la unificación cambiaria, tales como garantizar la suficiente oferta de dólares por parte de Pdvsa y el Banco Central de Venezuela. Si estos actores fundamentales
no actúan en este llamado sistema marginal de divisas, es muy probable que al no existir suficientes dólares qué ofrecer, los demandantes no tendrían otra opción que acudir al mercado paralelo.
Igualmente, si el Gobierno nacional no aplica la tan necesaria disciplina fiscal en lo excesivos niveles del gasto público, y parece que no lo hará, una porción diríamos importante de los bolívares que ingresan al torrente económico por este concepto se dirigirá inevitablemente a la adquisición de divisas, pues es el único activo financiero que protege de la inflación y además se revaloriza constantemente.
En otras palabras será muy difícil que el nuevo esquema cambiario tenga éxito sin disciplina fiscal o sin un programa de austeridad del gasto púbico, pues esa vorágine fiscal ha generado en los últimos tres años un déficit promedio del 17% del Producto Interno Bruto, a pesar de que el precio del barril del petróleo promedió 99 dólares y se estima para este año un déficit no menor al 20%, como consecuencia de la disminución del precio del petróleo.
El Presidente de la República ha debido anunciar un conjunto de medidas para reducir el déficit fiscal y lamentablemente no lo hizo.
Otra de las medidas que se ha debido tomar es la relativa al desequilibrio gigantesco que existe entre el exceso de liquidez monetaria y la producción nacional: en el año 2014 la cantidad de dinero en circulación alcanzó niveles históricos.
Al 31-12-2014 se ubicó, en términos redondos, en dos billones de bolívares, después de haber crecido un
65% durante ese año, mientras que su contrapartida, el llamado Producto Interno Bruto, decreció un 4.1%. Es decir, la economía disminuyó a lo largo del 2014, razón más que suficiente para señalar que entramos
en una crisis económica y paradójicamente la demanda monetaria creció como nunca antes. Una de las consecuencias inmediatas de este enorme desbalance fue el abrupto crecimiento de la inflación promedio en casi un 70%, la más alta del mundo, según las asépticas cifras del instituto emisor, acompañada de un incremento del 102% en el precio de los alimentos.
Finalmente pero no menos importante, existe otro conjunto de variables macroeconómicas tan importantes como la tasa de cambio, cuyo comportamiento es signo de preocupación y debería constituir, como lo señalábamos líneas atrás, en el tema medular a discutir y enfrentar por el Ejecutivo Nacional, a fin de intentar rescatar nuestra precaria economía de la muy difícil situación que atraviesa. Sólo las señalaremos: la inversión nacional, la inversión extranjera, el empleo productivo, las tasas de desempleo, los niveles de pobreza, la producción de las empresas expropiadas y nacionalizadas, los niveles de la deuda externa, la deuda de Pdvsa, la disminución de la producción petrolera, la deuda interna, el precio de la gasolina, los niveles de consumo, los niveles de ahorro nacional, la fuga de divisas, la excesiva burocracia pública, los altos niveles de corrupción y la crisis económica que se ha enquistado en los intersticios de nuestra involución económica.