El Capitán de Cazadores José Rudecindo Canelón nació en El Tocuyo, el día dos de marzo de 1788, hijo de Don Gerónimo Canelón y de Doña Rosa Escalona, ambos vecinos de la misma localidad.
La vida heroica y la hazaña resplandeciente de Rudecindo Canelón ya fueron plasmadas en páginas de eternidad, por el ígneo verbo de Don Eduardo Blanco, quien tiene para el legendario héroe tocuyano, esta veraz y asombrosa sentencia.
Adrián Blanco, Jugo, Meza y Canelón, predestinados por el martirio de quienes la tradición apenas guarde memoria, pero a quienes debió la libertad ¡hechos preclaros y titánicos! (Eduardo Blanco).
Si nos fijamos bien en los héroes y sus nombres a cuyo lado, haciendo par y compañía, figuraba el Capitán Canelón, no hay duda en afirmar que actuaba inspirado por el mismo fuego revolucionario y el profundo ideal patriótico de Ribas, Rivas Dávila, Iribarren y de tantos otros invencibles paladines, con cuyo singular heroísmo se forjó la libertad de nuestro pueblo.
Era de aquellos recios veteranos que hicieron proezas inauditas en Tierritas Blancas, Araure, Virgirima y la Victoria, donde rindió su preclara vida, en holocausto a la emancipación.
Sea suficiente señalar, tomando otra vez el libro himno de Don Eduardo Blanco, para decir que el ardoroso y fogoso combate de La Victoria, cuando los contendores siembran de hazaña increíble ese campo sacro de nuestra emancipación, los numerosos escuadrones realistas van a estrellarse contra el baluarte de bayonetas que les oponen Montilla, Rivas Dávila, Soublette, Avala, Blanco, Jugo, Meza y Canelón y cien heroicos adalides prestos al sacrificio. Es una mención honrosa de nuestro prócer cuyo nombre corre inscrito en páginas en la propia mano de la gloria.
Lo más delicado y serio de Batalla de la Victoria, le fue encomendado a la responsabilidad de Rudecindo Canelón. Decidido tras heroicos esfuerzos, el esplendido triunfo corona de las armas patriotas, con la reciedumbre varonil y el bizarro temple marcial de José Félix Rivas, se encomienda a Canelón de orden del Comandante en Jefe de la formación en Batalla, la riesgosa misión de perseguir a Boves, que huía acobardado al galope de su diabólica caballería, para evadir el acoso pertinaz a que estaba sometido, casi para darle alcance, al dominar las alturas de Patanemo (La Victoria) rinde su vida ínclita el egregio prócer tocuyano, quien en la vindicadora Comisión postrera, su espada gloriosa en tantas hazañas de la libertad, que le dan a su nombre testimonio imperecedero y blasón de eternidad.
La Historiografía regional no había dedicado anteriormente atención a un prócer de la virtud heroica de Rudecindo Canelón. Silva Uzcátegui apenas menciona el nombre del paladín tocuyano, entre otros héroes larenses. El doctor Blas Bruni Celli en su ensayo Procerato Tocuyano dice lo siguiente: en este estudio que consideramos incompleto, queremos citar los nombres y hacer con eso justicia a su memoria por muchos olvidada, de otros militares, cuyos detalles de su vida no nos revelan los medios a nuestros alcance, ellos son: entre otros, los capitanes Rudecindo Canelón, etcétera.
Como el Capitán Rudecindo Canelón atesoró altos méritos y honores militares preclaros, que lo hacen digno acreedor de los Honores de Panteón, invocamos la potestad de la Asamblea Nacional, para que los restos del esclarecido prócer larense, moren en el Altar de la Patria al lado del Libertador, para honra de la Republica y blasón del estado Lara.