Desde octubre, Caracas deniega cualquier petición de moneda extranjera para estudiar. Este jueves acudirán a las embajadas de todo el mundo exigiendo una solución, publica El Mundo de España.
El día en que Andrés amaneció en la estación de metro de Goya, en la milla de oro de Madrid -”no podría decir que dormí allí, porque no pegué ojo en toda la noche”-, supuso un punto de inflexión en su vida. Este venezolano de 28 años llegó a la capital española en octubre, para estudiar un máster de Administración y Dirección de Empresas en una escuela de negocios. Hoy se siente un “nómada”, con su mochila “de arriba para abajo”, se aloja en casa de un amigo hasta el fin de semana. “Después, no sé dónde voy a dormir”, asegura.
Andrés es sólo uno de los 25.000 estudiantes venezolanos que subsisten como pueden en todo el mundo, con su dinero retenido en su país de origen.
La razón de su desamparo se encuentra en que, desde 2003, el Gobierno no les permite cambiar sus bolívares a euros o dólares directamente. Quienes quieran cursar posgrados o doctorados en el exterior depende, para poder obtener divisas extranjeras, de la aprobación del Centro Nacional de Comercio Exterior (Cencoex). Este curso, las solicitudes estudiantiles o se encuentran en un permanente ‘stand by’ o son rechazadas. El problema es que muchos de estos jóvenes se encuentran ya fuera de sus casas. Y no pueden acceder a sus cuentas corrientes.
De la gestión de Cencoex depende también, además, el pago de sus matrículas universitarias. Por eso, a la ya precaria situación estos jóvenes han de añadir la presión de los centros, algunos de los cuales amenazan con retirarles el visado de estudiante si no saldan su deuda.
Manifestaciones en todo el mundo
Según sus propios cálculos, son unos 4.000 los estudiantes venezolanos que se encuentran en esta situación en España, aunque no existen datos oficiales. Este jueves juntarán sus voces a las de los miles de compatriotas que se concentrarán ante las embajadas en todo el mundo para exigir una solución al Gobierno de Caracas.
“No es que no tengamos el dinero, es que no nos dejan llegar a él”, explica Carlos Moreno, estudiante de posgrado en Salt Lake City (EEUU), que se ha erigido en portavoz de sus compañeros en todo el mundo, y es el único de ellos que se atreve a ver publicado su nombre y apellido. “Tienen miedo de lo que les pueda pasar, a ellos y a sus familias, que siguen allí. Miedo a la fortísima represión que sufre la población en Venezuela”, confiesa.
Ninguno de los jóvenes revela su identidad por miedo a represalias, a ellos o a sus familias
“Es muy difícil explicar lo que nos está pasando porque para nadie, fuera de Venezuela, tiene sentido que no podamos acceder a nuestras cuentas corrientes para cambiar nuestros bolívares a dólares o euros”, afirma este joven politólogo. “No es un favor del Estado, no es una beca, mucho menos un regalo”, recoge el comunicado elaborado por los residentes en Madrid.
Burocracia cada vez más dura
Desde la instauración del control cambiario en el país bolivariano, los estudiantes han tenido que seguir un estricto protocolo antes de poder salir a estudiar fuera. Primero, deben presentar ante Cencoex un documento en el que explican qué van a estudiar, durante cuánto tiempo y por qué sus estudios serán “beneficiosos para el país”. Después, el Estado les aprueba la solicitud y, siempre con Cencoex como intermediario, ingresa el importe de la matrícula y, en su caso, el seguro médico, a la Universidad de destino. Además, es también el encargado de enviar al alumno una cantidad mensual para su manutención (en Europa, un máximo de 1.370 euros mensuales), que tomará de la cuenta corriente del beneficiario.
Los requisitos para aprobar la adquisición de divisas destinadas a fines académicos se endurecieron en la primavera de 2012, cuando el Gobierno estableció unas “áreas prioritarias de formación”, que tendrían como referente el Plan de Desarrollo Económico y Social de la Nación.
“Si tus estudios están fuera de la lista, lo tienes difícil”, asegura Ana, portavoz de sus compañeros en Madrid. Los problemas empezaron a surgir en Dublín, la primavera pasada. El Gobierno de Maduro sospechaba que tras el incremento de casi un 90% del número de venezolanos residentes en Irlanda entre 2008 y 2013 se escondía un mercado negro de divisas, así que decidió cerrar el grifo. “Tenemos casos de prostitución, algunos comen una vez al día”, denunciaron los jóvenes.
Aquello supuso un punto de inflexión y, hoy, 25.000 estudiantes en todo el mundo esperan una respuesta de la institución cambiaria, según los propios listados del gobierno bolivariano. Las que llegan, son siempre negativas.
4.000 afectados en España
A falta de datos oficiales, los propios jóvenes han calculado que son unos 4.000 los afectados que se encuentran en territorio español. “En 2011, llegaron 2.033 venezolanos entre 20 y 28 años, un 13% más que el año anterior. Hemos realizado una proyección, teniendo en cuenta que el endurecimiento de las condiciones de vida allí ha favorecido una salida masiva de jóvenes del país“, explica María, residente en Madrid.
Las deudas con las líneas aéreas internacionales impiden que vuelvan a casa
Al teléfono de Carlos Moreno han llegado todo tipo de llamadas “desesperadas”: “Un chico que vino a jugar al baloncesto a Utah me pidió ayuda. Tiene 18 años y llevaba dos noches durmiendo en un McDonald’s. Otra chica tuvo que ser hospitalizada por cálculos renales y, como no había pagado el seguro internacional, ahora debe al hospital más de 20.000 dólares por cinco días de ingreso”.
Tan extrema ha llegado a ser la realidad de estos jóvenes que la rectora de la Universidad de Salt Lake aceptó concederles una prórroga en el pago, calificando el caso de “humanitario”, a cinco estudiantes que se encontraban a punto de ser deportados. En España, la Universidad de Alcalá (UAH) también ha admitido retrasar la obligación de pagar sus másteres hasta abril a los 26 alumnos que tiene en esta situación. La defensora universitaria, Enriqueta Arias, ha sugerido incluso que el centro se dirija directamente al gobierno venezolano, aunque todavía no hay un plan de acción claro. “Estos chicos están en una situación muy angustiosa, se sienten desamparados. La Universidad tiene que brindarse a escucharles y actuar solidariamente“, asevera.
Caridad y ayuda comunitaria
“Te dejan seguir estudiando, sí, ¿pero cómo vives?”, se pregunta Moreno. Las distintas soluciones a esa pregunta pasan de la ayuda desinteresada de amigos y familiares al recurso a organizaciones caritativas. La comunidad venezolana en Toronto (Canadá), ha sido la salvación de Paulina. Han recogido alimentos y ropa de abrigo para pasar el crudo invierno.
“Llevo cinco meses esperando una respuesta para poder acceder a mis divisas. En mi college había, hasta diciembre, 400 compañeros en la misma situación que yo, y en enero han llegado muchos más. Hay tantos, que la universidad ha aceptado un pago fraccionado, pero quien no cumpla los plazos se enfrentará a problemas legales”, relata esta joven, que limpia o cuida niños para poder salir adelante. “Si abandonas, es casi peor, porque pierdes el visado de estudiante y te conviertes en ilegal”, dice.
La Embajada Venezolana en España no ofrece ninguna solución a estos jóvenes ni ha respondido a las preguntas de EL MUNDO. “A quien se queje allí, lo investigan inmediatamente”, sostiene Moreno.
El pasado viernes, Ana y sus compañeros en Madrid acudieron a Williams Cárdenas, coordinador de la Plataforma Democrática Venezolanos en España, en busca de consejo. “Lo que sucede con los estudiantes forma parte del gran desbarajuste económico, del caos total de un Gobierno que no asume sus compromisos internacionales”, denuncia este abogado. Por su parte, llevará el caso ante el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
Cree que la solución pasa por dar visibilidad a su problema, pero entiende que muchos teman dar la cara en las concentraciones internacionales de mañana. “Si alguno alza la voz, las consecuencias pueden ir más allá de la revocación de sus divisas. Hay que recordar que esta semana se ha revelado la existencia de una terrible prisión en el centro de Caracas. No por nada la llaman ‘la tumba’…”, dice.
“Proyectos mesiánicos”
“Están ustedes en el mismo estado que cuando comenzó todo en Venezuela: el rechazo a los partidos tradicionales, la rabia e impotencia de la gente por no ver justicia ante la corrupción”, advierte Bárbara, que llegó a Toulouse para cursar un doctorado y ahora limpia una hostería para mantenerse. En ‘B’, claro. “Espero que ustedes puedan entender la magnitud de lo que traen estos proyectos ‘mesiánicos’. Que supuestamente un solo hombre va a cambiarlo todo”.