No es sólo comunismo
Coincide con la caída del Muro de Berlín un salto cuántico en la civilización humana.
Recuerdo a un viejo amigo quien fallece antes de conocer estos tiempos, Juan Carlos Puig, ex canciller argentino, y repito con él lo que digo en mi libro La democracia del siglo XXI. Llega a su fin otra Era, “la del laboreo de los metales comenzada hace más o menos veinte mil años en el cuaternario”.
No se trata del anuncio de otra época. Las cosas materiales -la tierra y sus productos, las obras de ingeniería, los medios para el transporte- dispuestas por la naturaleza a fin de colmar las necesidades del hombre y que, por lo mismo, son la fuente del poder real y el núcleo objetivo de la racionalidad que da lugar a los Estados, a los credos civiles e incluso religiosos, hoy ceden cabalmente en su importancia.
La Era en curso la dominan la inteligencia artificial y la información instantánea. Lo instrumental o lo que cubre o encierra a esta chispa del ingenio humano tiene, como su sustantivo, el advenimiento de la realidad virtual.
Transitamos desde el tiempo de la explotación del hombre por el hombre y a propósito de la materia -objeto de diatriba entre el marxismo y el capitalismo como de la mediación de la doctrina social de la Iglesia-hacia un tiempo que explota el tiempo y su velocidad, procura una sociedad de vértigo, en movimiento y cambio constante, muy propicia para los falsos positivos. Y lo sabemos bien los venezolanos.
No por azar el papa Francisco, en su Exhortación Apostólica Evangelium Gaudium, refiriéndose a otro contexto pone el dedo sobre la llaga y sintetiza lo dicho: “El tiempo es superior al espacio”.
Tanto como las generaciones políticas del siglo XX se obsesionan o por los libros y los discursos o por el culto de las formas democráticas, haciéndolas dogmas de fe, la del siglo XXI se basta con los 140 caracteres de un Twitter. De allí el diálogo de sordos intergeneracional que se aprecia.
Pero la cuestión no se queda allí. Por obra de la instantaneidad comunicacional -los gobiernos del ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) establecen, por ende, hegemonías de medios y censuran al periodismo independiente- en este tiempo distinto acaece “la reducción de los políticos a una figura más parecida a la de un tendero que a la de un gobernante, siempre tratando de adivinar los deseos de sus clientes para mantener el negocio a flote”.
Lo recuerda Colin Crouch, sociólogo británico al explicar la “posdemocracia” y observar el fenómeno de Silvio Berlusconi, una suerte de Hugo Chávez italiano situado en la derecha.
“La publicidad -dice el autor- no constituye una forma de diálogo racional” que favorezca la decisión colectiva “informada” sobre los asuntos de interés público, como lo demanda la esencia de la democracia.
Así se explica que el Socialismo del Siglo XXI sea una reedición político-mercaderil del sistema de propaganda que comparten el fascismo y el comunismo, pero esta vez a ritmo digital.
El columnista ecuatoriano Roberto Aguilar, recién escribe y a propósito sobre “la sensación -literalmente producida por el aparato de propaganda correísta, copia del chavismo-de que estamos viviendo los excitantes nuevos tiempos que conducen sin retorno a la nueva historia, coto exclusivo del hombre nuevo”.
La ilusión, además, de que esa nueva historia se construye sobre la ingente inversión social -dádivas directas y crecimiento de la burocracia pública- que ofrece a la población trabajo, estudio, salud, dignidad, orgullo…”.
“El reconocimiento de que cada una de esas oportunidades es un don, algo que les es dado a una persona por intervención directa inesperada, casi milagrosa del Estado”. “Basta con acercarse a pedir y se os dará”.
“Reconocimiento que al fin tiene una consecuencia: la población está atada al Estado por una insoslayable deuda de lealtad. Vive la servidumbre política, se siente obligada a la retribución”.
De allí lo pertinente, como aprendizaje, del criterio de Javier Roiz (El gen democrático, 1996): “En la democracia del fin del siglo XX (e inicios del XXI) … el mundo interno (nuestro Yo individual) se conecta y desconecta, como nuestros vídeos internos, sin que podamos hacer nada, con centros de control que están fuera de nuestro alcance; y por último, los avances técnicos y sus manipulaciones nos disparan a un mundo que se ha hecho planetario … La vida fluye por todas partes sin orden aparente … El miedo amarga al ciudadano contemporáneo…”
No obstante, llama la atención la fortaleza del individuo ante las agresiones políticas y las manipulaciones mediáticas, como en el caso nuestro. De modo que, siguiendo el consejo de Roiz, para lograr cambios que perduren hay que “acceder a lo que podríamos llamar los códigos fuentes del software ciudadano”. Ese es el desafío.