El estallido del escándalo de corrupción en la estatal brasileña Petrobras golpeó temprano en 2015 al oficialismo e instaló una crisis de final incierto que proyecta contaminar buena parte de la agenda política este año, dijeron analistas y políticos.
La investigación de una red de sobornos, estafas al Estado y enriquecimiento ilícito, que movió unos 4.000 millones de dólares en la última década, sigue escalando y complica prematuramente al gobierno de la presidenta Dilma Rousseff sólo 40 días después de haber asumido su segundo mandato.
Rodeada de las tensiones políticas que desató la llamada «Operación Lava Jato» (lavadero de autos en portugués), tanto con los opositores como dentro de la propia alianza gobernante, la mandataria debió dejar caer esta semana a una de sus protegidas: la presidenta de Petrobras, Graça Foster.
Administrar la crisis
El jueves, el escándalo salpicó al oficialista Partido de los Trabajadores (PT), fundado por Luiz Inácio Lula da Silva, cuando la policía detuvo y llevó a declarar a su tesorero, después de que fuera involucrado por un exjerarca de Petrobras que colabora con la causa a cambio de una reducción de su condena.
Joao Vaccari Neto fue liberado poco más tarde y según divulgó la asesoría de prensa del partido, deslindó cualquier responsabilidad de la acusación de que habían pasado por sus manos entre 150 y 200 millones de dólares para financiar al PT, pagados por empresas constructoras para obtener contratos con Petrobras.
«Este será un año para administrar la crisis», dijo a la AFP el senador Valdir Raupp, del PMDB, aliado clave del PT tanto en el Congreso como en el Gobierno. «Y el PMDB tendrá un papel fundamental en la administración de esa crisis», añadió.
El negro inicio de año para el Gobierno incluyó datos económicos decepcionantes y la conformación de una comisión en la Cámara de Diputados para investigar también los delitos cometidos en la petrolera estatal, hasta hace poco un emblema de la pujanza del país.
La iniciativa fue avalada por el diputado Eduardo Cunha, el líder del PMDB que fue electo presidente de la cámara baja el fin de semana pasado y dio por tierra con las intenciones del Gobierno de ungir un candidato propio.
«La elección de Eduardo Cunha para la presidencia de la Cámara de Diputados fue una retumbante derrota para el Palacio de Planalto (sede del Gobierno)», escribió en una nota Carlos Pereira, profesor en ciencias políticas de la Fundación Getulio Vargas.
Para el académico, fue un error estratégico del PT no haber apoyado a Cunha y ahora la presidenta quedó como «una rehén del PMDB».
Con la renuncia de Foster aún fresca, el Gobierno apuró el viernes la designación de Aldemir Bendine, presidente del Banco do Brasil, al frente de Petrobras, con la esperanza de atemperar la usina de malas noticias en que se convirtió la empresa. Pero el mercado le dio la espalda al nombramiento y las acciones volvieron a caer.
Petrobras aún debe presentar un balance auditado que incluya las pérdidas causadas por el «Lava Jato».
Esquirlas
La más reciente etapa de la investigación se acercó peligrosamente al PT en la semana que celebraba su 35º aniversario. En su discurso del viernes, la mandataria defendió que ésta fuera llevada a cabo, mientras que Lula se mostró «indignado» por la detención de Vaccari y denunció el afán por «criminalizar» al partido.
Pero Petrobras podría lanzar esquirlas en muchas direcciones.
«La joya de la corona ha sido literalmente destruida», estimó David Fleischer, profesor emérito de la Universidad de Brasilia especializado en Estado y Gobierno, en declaraciones a la AFP.
«El escándalo de sobornos de Petrobras se pone peor cada día (…) La Procuradoría General de la República se prepara para formular cargos a entre 30 y 40 políticos, diputados, exdiputados, senadores y ministros por su involucramiento en el escándalo de Petrobras», agregó.
Pese a que la magnitud del también apodado «Petrolão» aún está por definirse, tanto el país como el PT han escapado antes del lodo de la corrupción. Además, el oficialismo tiene una base legislativa muy robusta, aún cuando Rousseff podría tener que negociar más de lo acostumbrado con los parlamentarios.
«En el primer gobierno del presidente Lula pasamos por una crisis muy parecida, con casi un pedido de impeachment (destitución) al presidente. Y pasamos. Lula fue reeelecto e hizo un gran gobierno», recordó el senador Raupp.
«Y dentro del Congreso ahora no hay clima para un pedido de impeachment. De ninguna manera. Lo peor ocurrirá este año», concluyó.