Al margen de la llamada economía formal, la de registro comercial y actividades lícitas, siempre ha existido la llamada economía clandestina, cuya expresión durante la época de la colonia, por ejemplo, fue el contrabando. Cuando el mercado superó las fronteras, ya en ciernes apareció el germen de la globalización de hoy, haciendo propicio el intercambio de toda suerte de mercancías, acentuándose en volumen y alcance, dada las condiciones implícitas en las conexiones de la llamada sociedad red.
En la economía subterránea se transan bienes que por la vía legal no están permitidos, pero su espectro se expande cada vez más, convirtiéndose en lo que con propiedad pudiera calificarse: la otra cara de la moneda. Esa economía criminal incluye: drogas, armas, material nuclear, órganos, mujeres, niños, inmigrantes; y, por si fuera poco, promueve el blanqueo de dinero. Se dice que el volumen de dinero que se transa en esta economía informal, es considerablemente mayor que la cuantía de lo que se maneja en la economía formal. Los paraísos fiscales son el sueño hecho realidad de quienes apuestan por este tipo de economía.
El contraste entre ambos tipos de economía ha sido uno de los rasgos característicos de los países latinoamericanos, en medio de la búsqueda, puesta en práctica y continuo ensayo de modelos para salir del subdesarrollo, de acuerdo con las lecciones heredadas de las célebres teorías de la dependencia y del desarrollismo: sin un aparato productivo capaz de generar empleo, la brecha existente entre ambos sectores se torna insuperable. Con un agregado clave, resultante de la experiencia histórica: ni el Estado por un lado; ni el Mercado por el otro, solos, resultan capaces de revertir tal situación. De allí el postulado de la sinergia institucional, acuñado por las nuevas teorías, sobre todo en materia de desarrollo local, tributarias del Desarrollo Humano Sustentable, cuya expresión ilustrativa se recoge en la frase: “Tanto Estado cuanto Mercado sea necesario”.
El Programa Formalización de la Informalidad, impulsado por organismos internacionales, es la respuesta que muchos países han instrumentado, desde hace un par de años. Se propone que los gobiernos deberían incrementar los gastos en educación para ampliar las iniciativas y trabajos formales, aunado a una carga impositiva adecuada, como incentivo.
En el caso venezolano, igualmente representa un medio de subsistencia carente de garantía y protección jurídica, por su misma naturaleza, pese a que algunas medidas se orientan en ese sentido para proveerlos de seguridad social.
Se observa un fenómeno vinculado al tema: el emprendimiento, respaldado por datos estadísticos que colocan al país como verdadero impulsor de proyectos empresariales en los primeros lugares de América Latina. Autores que recopilan y sistematizan experiencias. Revistas especializadas. Diarios de circulación nacional y regional así lo confirman. Buenas noticias. En contraste, la crisis de desabastecimiento también genera emprendimientos negativos que tienden a agravarla, fortaleciendo la informalidad, a la espera de la reactivación económica.