Los “coquitos” de Cabudare una tradición de 30 años

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Un poco más de 30 años contabiliza Ángel González elaborando y vendiendo los populares coquitos en Cabudare, que según su expresión, más que una tradición en Palavecino, son un patrimonio (sonríe).

“Soy nacido y criado en Cabudare”, expresa con énfasis el populachero coquero, quien vino al mundo el 15 de octubre de 1953, en la calle ‘Las Chancletas’ o Santa Bárbara.

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Isidro González y Margot Vázquez, sus padres, le inculcaron dos valores al Ángel de la casa: respeto y dedicación.

Coquitos de bolívar

Anota con gracia Ángel, que hace 32 años, cuando se registra sus inicios en el arte de la elaboración de los coquitos, comenzó a comercializarlos por tres reales y al hacerse popular, los aumentó a un bolívar “con ñapa”, que eran los sobrantes de la mezcla. Hoy los vende a 15 bolívares.

Aunque no revela quién le dio la receta, sostiene que su fabricación es “trabajosa” y tiene sus secretos.
Según Ángel, los coquitos no pueden quedar duros ni muy blandos, “porque si quedan tiesos, al bañarlos con el melao se parten en dos, y tampoco se pueden redondear”.

Confiesa que el “melao” es azúcar blanca sin agua, “pero tiene su técnica. Hay que darle brazo parejo”.

De variados sabores

Los coquitos de Ángel tienen variados sabores. Esto para que la clientela “no se aburra”.

Hay días que los elabora con piña y otros con cambur o plátano “muy madurito”, y a veces combina los sabores. Sin embargo, la base siempre es el coco rayado.

“Una vez que se redondean, se colocan en una tabla mojada para evitar que se peguen. Así se colocan a la intemperie para que sequen”, recita.

150 y no queda uno

Ángel manifiesta con un dejo de orgullo, que diariamente elabora 150 cocos.

Los vende todos -inquirimos-, deja escapar una carcajada con la bandeja en la cabeza sin sujetarla, y responde: “No queda ni uno”, añadiendo que a las 12 del mediodía regresa a su casa con la bandeja “limpiecita”

El coquero suma día a día, varios kilómetros al recorrer las calles de Cabudare, La Mata y Los Pinos, de lunes a Sábado.

El ínterin le permite también precisar la materia prima: el azúcar que escasea en estos tiempos.

De meticulosa elaboración

Ángel se levanta religiosamente todos los días a las tres de la madrugada, para emprender la meticulosa elaboración.

Antes de las cinco ya el fogón está en su máxima expresión.

A las seis los cocos están redondeados y a las ocho le vierte el melao, para una hora más tarde salir a comercializarlos.

Saluda con alegría a propios y extraños, ganándose la simpatía de todos.
Su pasatiempos es conversar con la gente, y a uno que otro le obsequia un poco de lo que sabe hacer: coquitos.

La tradición de los cocos viene de familia, pues doña Margot los hacía como merienda para los niños de la cuadra, y su abuela, los elaboraba con papelón, para los jornaleros de las haciendas de cañamelar.

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