Las voces de Penélope – Ejercicio de la memoria

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¿Se acuerdan de la euforia decembrina de 1999 cuando fuera aprobada por referéndum popular la Constitución elaborada por la Asamblea Nacional Constituyente? La intención básica era orientar los cambios requeridos en la estructura y relaciones del Estado con la Sociedad. ¿Que fue producto de largos debates entre variados sectores y actores sociopolíticos? La propuesta buscaba el paso de la democracia representativa a la participativa y protagónica, lo que generó cambios en políticas y leyes que hasta el 2006 abrió al Estado a la cogestión con las comunidades organizadas.

Fue la etapa en que palabras como “inclusión” y  “empoderamiento”, tomaron las calles en andas de la participación de todos a través de las mesas técnicas, organizaciones autogestionarias y comités de cultura, salud, agua, tierra, gas, energía, en fin, de todo lo que permitiera el acceso a derechos y servicios públicos para todos. Eso que se llama una buena gestión de políticas públicas. ¿Recuerdan que salvo los indiferentes de siempre, todos de manera directa o indirecta, podíamos sostener el derecho a opinar libremente? Revisar la prensa de estos 15 años puede ayudar a refrescar la memoria…

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En fin, que parecíamos dar un paso importante en un continente de caudillos, al buscar perfeccionar la democracia y pasar de la representativa a la participativa. La democracia es bandera de muchos pero ejercicio de pocos, como podríamos concluir en rápido paneo mundial pues de su ejercicio surge su legitimidad, no de su verbalización. Intensa sigue siendo la reflexión sobre sus formas más comunes: la representativa y la participativa, pues largo es el camino hacia la consecución de una eficiente y democrática relación Estado/individuo, la inclusión social y la participación ciudadana.

¿Será que hablamos mucho y hacemos poco para influir en la concepción que el Estado tiene de la libertad? ¿Del sistema de valores y de la gente concreta, sus ideas y su escala acerca de los derechos individuales, civiles y políticos? ¿Del respeto a los llamados Derechos Humanos de todos, incluyendo las minorías al no ser absolutos los de la mayoría? Quizás olvidamos que la democracia se perfecciona mientras se aplica y se ejerce la ciudadanía con la libertad de pensamiento y el ejercicio de la tolerancia, opuesta a todo fanatismo o dogmatismo.

O que la interacción Estado-sociedad permite exigirle a sus representantes mediante la comunidad organizada e influir en la aplicación o no de las políticas públicas, mientras genera actitudes responsables, cosa imposible cuando dejamos de participar o se impone la centralización.

¿Tuvimos claro siempre que las desigualdades e injusticias no corregidas en la democracia representativa requerían del avance en el camino de su perfectibilidad, entendiéndola como un quehacer continuo, su revisión y mejora mediante la participación activa de sus ciudadanos e instituciones? Habrá que recordar en estos tiempos turbios de ambos lados del río, que sólo la libre discusión de las ideas es válida porque la violencia no es democrática sino que por el contrario, a la manera de una hidra, termina tragándose cualquier esperanza o sueño y el sentido de toda palabra que una vez los nombrara en busca de la justicia e igualdad social.

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